Uniformes, chalecos antibalas, prendas y ropa interior de hombre o baños y dormitorios adaptados de forma improvisada para el uso femenino. Las primeras mujeres que se incorporaron a la Guardia Civil tuvieron que adaptarse a un cuerpo policial que se transformaba a marchas forzadas con ellas.
Con todo, el instituto armado es la institución de las fuerzas de seguridad con menor porcentaje de mujeres en su plantilla, sobre un 8 %, cifra que se reduce en la Comandancia de Almería hasta el 7,2 %, si bien hay presencia de la mujer en las diferentes escalas y especialidades.
Es el caso de la teniente María Sánchez, Jefe de Sección de la Comandancia de Almería y de la Compañía Plana Mayor; de la cabo primero Olalla Pérez, del Núcleo de Servicio, y de las guardias civiles Virginia Avilés (Usecic), Ana María Navarro (Seprona) y Ana María Cantón (Sección Fiscal del Puerto).
Olalla Pérez entró en la promoción de 1989/90 en Baeza (Jaén), la segunda que incorporaba a mujeres entre los futuros guardias civiles, y lleva 32 años de ejercicio profesional, ahora entre los muros de la prisión de Almería. “Mi padre fue guardia civil; con 85 años es guardia civil porque todavía lleva el tricornio”, dice Pérez, quien desde pequeña tuvo claro cuál iba a ser su futuro.
Pérez cree que las mujeres han aportado “empatía, moderación y mediación” en las intervenciones, así como que su participación ha sido clave incluso para la logística. “Desde dentro -del cuerpo- se ha normalizado que estemos. Quizá el día en el que estos actos -en referencia al 8M- no sean necesarios, no habrá que hablar de esta situación como algo excepcional”, dice la cabo primero.
Ana María Navarro entró en la promoción inmediatamente posterior a la de su compañera y considera que las diferencias respecto a sus inicios son notables. Recuerda cómo la academia de Baeza aún “no estaba preparada” para las mujeres. “Ahora nuestras compañeras lo tienen mucho mejor”, apunta.
De este grupo de guardias, sólo Olalla Pérez y Ana María Cantón son madres. La primera revela que renunció a ascender porque tiene dos hijos, aunque “si ahora tuviera la oportunidad, quizá lo haría”. Lo mismo ocurre en el caso de Cantón: “Cuando me he planteado cursos, oposiciones, a última hora he reculado pensando siempre en la familia, aún contando con su apoyo”.
Porque las cinco insisten, ni quieren más derechos ni más privilegios que sus compañeros, “esto no es cosa de hombres o mujeres” apunta Olalla Pérez; sino de adaptar la realidad para todos los miembros del Instituto Armado.
Por ejemplo, como recuerda Ana María Navarro -una de las cinco primeras mujeres en la de Valdemoro (Madrid)- sólo el tiempo en la academia supone meses de traslado, siendo complicado que el primer destino coincida con el de tu entorno familiar.
Además, la falta de horarios estables en determinados grupos hace “complicado” para cualquier guardia conciliar su vida laboral con la personal. “Sabes cuándo sales de casa y no cuando vuelves”, añade la cabo primero.
Bien lo sabe ahora la guardia Virginia Avilés, ya que la Unidad de Seguridad Ciudadana (Usecic), en la que está “encantada”, requiere de disponibilidad absoluta para todo tipo de actuaciones.
Esta guardia ingresó en la academia de Valdemoro en 2007 y tras pasar por distintas provincias y destinos, reconoce que “para conciliar la vida familiar y laboral”, no es la mejor unidad. “Vamos dónde realmente hacemos falta, dando apoyo a otras unidades territoriales”, explica.
Por ello, piden poco y de forma general para toda la plantilla, como guarderías en determinadas instalaciones o que no sea algo forzoso trasladarse con cualquier ascenso o cambio de unidad. Aunque saben que, conforme mayor sea el rango, más complicado es que haya plazas disponibles en el destino que se tenga asignado en ese momento.
“La conciliación la veo realmente como un tema más social y de costumbres (…) En una pareja hay dos personas y al final tú decides qué prima más, si cuidar a tus hijos o el trabajo. La mujer no tiene porqué ser la que se quede en casa. A la hora de ascender, los padres tienen más prejuicios y las mujeres se lo piensan más, pero es un tema más social y personal”, dice por su parte la teniente María Sánchez.
La teniente espera que llegue el día en el que no tenga que reivindicarse el papel de la mujer y aprovechar citas como el 8M para dar “cercanía” a una realidad como la suya. “Que las chicas como yo lo vean. Sabes que existe esta posibilidad, pero si no la ves, es como si no existiese”, añade.
En este sentido, la guardia Ana María Navarro insiste en que, problemas de conciliación aparte, en la Guardia Civil “no hay discriminación”. “No tenemos que reivindicar la igualdad, es más de cara a la sociedad y para dar visibilidad”, subraya.
También opinan igual las guardias Ana María Cantón y Virginia Avilés. La primera cree que es importante mostrar que “existen mujeres en casi todos los puestos, a los que se puede acceder libremente, no porque seas chico o chica”, mientras que la segunda cree que la Benemérita ha sabido adaptarse con los medios a su alcance para que la “mujer esté totalmente integrada a día de hoy”.
Almería
Las mujeres que han transformado a la Guardia Civil
Uniformes, chalecos antibalas, prendas y ropa interior de hombre o baños y dormitorios adaptados de forma improvisada para el uso femenino
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