Ernesto Martínez, tío de Elisabet Gil, una de las cuatro personas que todavía están desaparecidas tras la dana que asoló parte de la provincia de Valencia, pide que se centren los esfuerzos en encontrar a su sobrina y a los otros tres hombres "para descanso de las familias".
Elisabet, de 38 años, viajaba con su madre en el coche desde Cheste hacia su trabajo en un hotel cercano a la A-3, donde ambas eran empleadas como camareras de piso, cuando fueron sorprendidas por el agua tras el desbordamiento del Barranco del Poyo.
"Mi hermana ya había hecho su jornada laboral por la mañana, pero fue a casa, comió y por la tarde vino a traer a mi sobrina, que trabajaba en el mismo lugar. Y en el camino, se encontraron con la sorpresa, con la famosa dana o tsunami", relata Ernesto en declaraciones a EFE TV.
El cuerpo sin vida de su hermana fue encontrado unos díez días después del suceso, mientras su sobrina Elisabet, madre de dos hijos, es una de las cuatro personas desparecidas (los otros tres son hombres) que todavía no han sido localizadas.
La familia comenzó entonces un duelo que todavía no ha podido cerrar, a la espera de que Elisabet sea localizada.
Huérfanos sin reconocimiento legal
"Poderla enterrar, saber dónde llevarle flores, poder saber dónde ir a llorarle, sobre todo por sus hijos", señala Ernesto, ya que "son huérfanos pero no ejercen como ello. No hay ningún documento que diga que son huérfanos legalmente".
Ernesto pide al personal de Emergencias que "no deje de buscar", un trabajo que, agradece, no ha cesado desde el primer día y que le da "tranquilidad". Asegura que le mantienen informado cada jornada de los avances, "de cómo lo van gestionando y lo que están haciendo con los medios que les están poniendo al alcance".
"Esa maquinaria ahora mismo está removiendo todo lo que bajó del río en su momento, hasta buscar el firme, porque puede haber un coche enterrado y no nos enteramos si no es moviendo la tierra", indica.
Según señala, "los coches nuevos llevan chips y los drones pueden geolocalizar el vehículo, pero los coches viejos (como el de su hermana y su sobrina) no lo llevan. El coche todavía no ha aparecido y estoy convencido de que el día que aparezca encontrarán a mi sobrina".
Cerrar el duelo
Ernesto confía en que su sobrina, "si el pánico la bloqueó", no se quitara el cinturón de seguridad y siga dentro del coche.
La esperanza de encontrarla viva "es lo último que se pierde" aunque reconoce que hay pocas probabilidades viendo el destino de su madre. "Cuanto antes la encuentren, antes pasamos página y antes comienza el duelo para nosotros", añade.
Ernesto mantiene la fortaleza para intentar animar a los demás: "Si yo me hundo, imagínate cómo están los demás". En estos momentos asegura encontrarse en "una montaña rusa de sensaciones, porque igual estás bien, que estás abajo, que te hundes, que vuelves a subir, que no lo sabes".
Pide por último que "se centren todos los esfuerzos" en encontrar a los cuatro desparecidos, "por descanso de ellos y -añade- el descanso nuestro también".