En un rincón inesperado del universo, un planeta desafía todas las reglas.
TOI-6894b, un
gigante gaseoso de densidad sorprendentemente baja, gira en torno a una
estrella diminuta, una
enana roja con apenas el 20 % de la masa del Sol. El hallazgo ha dejado perpleja a la comunidad científica, ya que este tipo de planeta, según los modelos actuales, no debería existir en un entorno así.
El descubrimiento, publicado en
Nature Astronomy, forma parte de un ambicioso estudio liderado por astrónomos que analizan los datos del
Satélite de Sondeo de Exoplanetas en Tránsito (TESS). Su objetivo: encontrar planetas gigantes orbitando estrellas pequeñas, una combinación que, hasta ahora, parecía poco probable.
TOI-6894b tiene un radio apenas superior al de Saturno, pero con solo la mitad de su masa. Lo que realmente lo hace especial es su estrella anfitriona:
la más pequeña jamás detectada que albergue un planeta gigante en tránsito. Su tamaño es tan reducido que apenas alcanza el 60 % de la siguiente estrella más pequeña conocida con un planeta similar.
"
La mayoría de las estrellas de nuestra galaxia son pequeñas, como esta", explica
Daniel Bayliss, profesor asociado de la Universidad de Warwick y autor principal del estudio. "
Hasta ahora creíamos que no podían tener planetas gigantes, pero este descubrimiento cambia el panorama por completo. Podría significar que hay muchos más planetas como este de lo que imaginamos".
Durante décadas, la
teoría de acreción del núcleo ha sido la explicación más aceptada para la formación de planetas. Según este modelo, un planeta comienza como un núcleo sólido que va acumulando material a su alrededor. Si llega a ser lo suficientemente masivo, atrae gas en grandes cantidades y se convierte en un gigante gaseoso. Pero este proceso, en principio,
no debería funcionar en estrellas de baja masa: simplemente no hay suficiente gas y polvo disponibles.
La existencia de TOI-6894b pone este modelo en entredicho. ¿Cómo pudo formarse un planeta así alrededor de una estrella tan pequeña?
Edward Bryant, también de la Universidad de Warwick, plantea posibles alternativas. Una de ellas es que el planeta se desarrollara mediante una
acreción lenta y constante de gas, sin llegar al punto de la temida "acreción descontrolada". Otra posibilidad: que el disco de material que rodeaba la estrella fuera tan
gravitacionalmente inestable que colapsó sobre sí mismo, formando directamente el planeta, sin pasar por la etapa de núcleo sólido.
Pero lo más desconcertante es que
ninguna de estas teorías explica por completo lo que ha ocurrido. El origen de TOI-6894b sigue siendo un misterio. Y ahí es donde entra la siguiente fase de investigación:
el análisis detallado de su atmósfera.
Estudiar la distribución de materiales en su interior podría ofrecer pistas sobre su formación. Si el planeta tiene un núcleo masivo, eso apuntaría a una acreción tradicional. Si, en cambio, la masa está más distribuida, podríamos estar ante un producto de un colapso gravitacional.
TOI-6894b no solo es extraño por su origen. También lo es por su temperatura. Mientras que la mayoría de los gigantes gaseosos descubiertos hasta ahora son los llamados
"Júpiter calientes", con temperaturas abrasadoras entre 1000 y 2000 Kelvin, este planeta apenas alcanza los
420 Kelvin. Su
atmósfera fría y su tránsito profundo —es decir, la cantidad de luz estelar que bloquea al pasar frente a su estrella— lo convierten en un
candidato excepcional para futuras observaciones.
En resumen, TOI-6894b es
un error estadístico hecho realidad. Una anomalía que pone patas arriba nuestras teorías sobre cómo nacen los planetas. Y, como suele ocurrir en ciencia,
cuando el universo contradice nuestras ideas, lo más sabio es volver a pensar desde cero.