Durante décadas, la Segunda República española ha sido evocada como un periodo de avances democráticos y libertades. Sin embargo, hay aspectos menos conocidos —y menos cómodos— que también formaron parte de esa etapa histórica. Uno de ellos es el trato que recibió la prensa. Un nuevo estudio histórico arroja luz sobre una realidad mucho más compleja de lo que solemos imaginar: la libertad de prensa, lejos de consolidarse, fue duramente restringida desde los primeros compases del régimen republicano.
El libro de Justino Sinova, periodista con una larga trayectoria en la prensa española, ofrece un recorrido documentado y riguroso por la política informativa de la República. El balance es demoledor: más de 120 periódicos clausurados, censura previa instaurada oficialmente, multas impuestas por publicar artículos incómodos y una legislación creada ad hoc para acallar voces disidentes.
Lejos de tratarse de acciones aisladas, el autor demuestra que la represión informativa fue una práctica sistemática, ejercida por gobiernos de distinto signo político. Ejemplos como el cierre del diario
El Debate por orden telefónica del capitán general de Madrid o la detención de Torcuato Luca de Tena, director de
ABC, en 1931, no responden a episodios anecdóticos, sino a una lógica de control férreo sobre el discurso público.
Especialmente reveladores son los testimonios inéditos incluidos en esta nueva edición, como el diario personal de Alfredo Muñiz, redactor jefe del
Heraldo de Madrid, donde se conservan pruebas físicas de la censura
El libro no rehúye las contradicciones internas del propio régimen. Figuras emblemáticas como Manuel Azaña, que desde el púlpito político defendían la democracia, redactaban leyes mordaza y despreciaban abiertamente a la prensa crítica. En sus memorias, Azaña califica a los periodistas incómodos como “reptiles que circulan por la sombra”, una frase que resume bien el clima de hostilidad hacia el periodismo independiente.
En un momento en que el debate sobre la información veraz y el papel de los medios vuelve a estar en el centro de la vida pública, resulta pertinente mirar al pasado sin anteojeras. Comprender lo que ocurrió entonces puede ayudarnos a defender, con más claridad y menos ingenuidad, las libertades que hoy damos por sentadas.