Hay que tener en cuenta que no todos los niños con este trastorno manifiestan los mismos síntomas ni con la misma intensidad, pudiéndose dar el caso de niños con dificultades en la atención sin presentar exceso de movilidad ni mayor impulsividad que el resto de los niños de su edad.
Pero de una manera general y atendiendo a sintomatología principal, se puede decir que estos menores desatienden las labores escolares y las actividades lúdicas, teniendo dificultades para organizar las mismas, sin llegar a terminarlas y distrayéndose con estímulos irrelevantes. Presentan un exceso de conductas (moviéndose continuamente y abandonado su puesto), así como conductas inoportunas. Se entrometen en actividades de otros o interrumpen, siendo incapaz de inhibir las respuestas, controlar su conducta y demorar las gratificaciones.
Asimismo, estos niños se muestran descuidados e impulsivos sin estimar las situaciones de peligro, con lo que todo esto les hace más propensos a sufrir accidentes por su falta de control.
Como consecuencia, el menor puede tener mayores dificultades para relacionarse con otros niños, con sus profesores y con su familia, ya que pueden resultar molestos, desobedientes y agresivos. Es más, la familia suele presentar altos niveles de frustración parental al percibirse como incapaces de controlarlo.
Como es lógico pensar, todo ello repercutirá en el área escolar puesto que los síntomas psicopatológicos dificultarán el aprendizaje e impedirán un comportamiento adecuado en el aula. Las mayores dificultades se encuentran en las áreas de lectura, ortografía y matemáticas, pudiendo constituir un trastorno del aprendizaje cuando son intensas. Debido a ello, tienen más posibilidades de repetir curso, de abandonar los estudios y de obtener resultados académicos por debajo de sus posibilidades.
Además, pueden sumarse problemas en el lenguaje, ya que aunque tienden a hablar más durante la conversación espontánea, en tareas en las que tienen que generar y organizar el lenguaje suelen tener más problemas para expresarse. También se ve afectada la coordinación muscular, que demuestra la inmadurez motora que pueden llegar a presentar y que tiene como consecuencia la mayor presencia de caídas, dificultades para desarrollar deportes, para atarse los cordones o una deficiente caligrafía.
Estos niños también suelen padecer problemas de salud (asma, alergias, trastornos esfinterianos) y dificultades para iniciar el sueño, ya que su hiperactividad se incrementa de noche. Otras veces se despiertan precozmente a las pocas horas de dormirse. También es habitual que presenten excitabilidad, tendencia a la frustración y cambios de humor.
En cuanto al tratamiento, lo más recomendable es la combinación de fármacos con intervenciones psicosociales que incluyan un entrenamiento conductual a padres para enseñarles los principios de las técnicas de modificación de conducta que deberán aplicar a los hijos, a la vez que se intenta mejorar el ambiente familiar y escolar, favoreciendo una mejor integración del menor. En este sentido, los padres pueden ayudar a sus hijos mediante el establecimiento de rutinas domésticas y de un entorno ordenado, enseñándole a organizar las tareas escolares y a planificar sus actos.