La tarde del Domingo de Ramos fue una prolongación de la luminosa mañana de palmas, en lo meteorológico y en lo espiritual. La catequesis de Semana Santa siguió con el inicio de la pasión de Cristo, con Jesús del Soberano Poder en su Prendimiento y la escena sempiterna de la traición de Judas en el monte de Los Olivos.
Escrito está en San Mateo, 26, 48: “Y al que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besase, aquél es: prendedle”. O en los versos del poeta Emilio Durán: “La noche se emborracha de silencio/ y hasta en el olivar callan los grillos: algunos hombres duermen, los demás –asustados-/ escuchan la pleamar de los ruidos/ que a través de carriles se aproximan/ al huerto de los Olivos./ Vienen con luces y aceros:/ al frente del grupo va un viejo amigo/ que lleva como arma la traición/ enfundada en un beso./ Decidido/ se acerca al inocente/ y en las mejillas lo besa./ Cumplido/ el mezquino ritual, el proceso/ comienza inexorable./ Sin sentido/ su vivir, ya no encuentra más salida/ que la muerte. Y se cuelga de un olivo”.
La escena se repitió con el rigor y sentido propios de la hermandad del Prendi, como cariñosamente le llaman en Arcos, la cual cumplió la primera parte de su recorrido con miles de arcenses y forasteros apostados a ambos lados de la calle Corredera. En Callejón del Chiquero, calle San Miguel… tomaría el camino de regreso. Antes, su salida desde la Basílica Menor de Santa María tuvo lugar con los preciosos destellos del sol de la tarde, que iluminaron especialmente el bello paso decorado con un friso de claveles rojos. Apretada salida, pues el público se aglomeró nuevamente de forma fiel buscando la sagrada imagen de Cristo bajo el pórtico del primer monumento religioso de Arcos de la Frontera. Cabizbajo, con el soldado romano siguiendo su paso junto a Judas ‘El traidor’, Nuestro Padre se mostró este año con túnica blanca, inmaculada. La procesión fue un destello de colores, con los contrastes de los colores marfil y rojo de los hábitos nazarenos con el verde intenso de los naranjos en flor de la Corredera.
Como viene siendo habitual cada Domingo de Ramos, el paso se detuvo unos instantes a las puertas de la iglesia de San Juan de Dios, donde la junta de Gobierno de la Vera Cruz recibió a sus amigos con camaradería cofrade.
Los capataces Carlos López y Pauli custodiaron el paso un año más tras la herencia recibida de Juan de Dios Barrera, emblemático capataz de la Semana Santa arcense.
La música la puso la Agrupación musical del Dulce Nombre, de Marchena. En la presidencia del cortejo se pudo ver al recientemente ordenado nuevo sacerdote, el arcense Pedro Antonio Lozano Ramírez.
Después vinieron los momentos más íntimos y ajustados a la penitencia propia del cansancio tras varias horas caminando lentamente… El casco antiguo ofreció ese especial sobrecogimiento alimentado por la luz de una luna que fue ‘un lujo’ para acompañar al prendimiento de Cristo.
Ya es casi Lunes Santo, y otros misterios aguardan en la calle y en esta web.