Hemos visto un tigre. Los que lo han hecho de cerca se han llevado sus zarpazos, la muerte o la lucha difícil en una unidad de cuidados intensivos para lograr sobrevivir. Otros han podido recuperarse en casa. La mayoría hemos estado encerrados para no encontrarnos con él y parte de la población ha estado guardándose porque los agentes de la autoridad les han obligado. Éstos son los que piensan que el tigre no es tan bravo como lo pintan o que no van a encontrarlo allí donde ellos se mueven. Siempre ahí quienes piensan que los accidentes les ocurren a los demás, nunca se ven como protagonistas. Los ancianos han sido los peor parados, han visto al tigre en sus residencias, convertidas en jaulas donde se les encerraba con el terrorífico felino dentro. Todavía hay quienes siguen con interés la evolución de su recorrido, por Andalucía, España o el mundo y los que se han olvidado y se exponen en aglomeraciones. Prefiero la cordura de las personas mayores que deciden actuar con cautela y que repiten una y otra vez: esto no se ha visto nunca. Asombrados de pandemia semejante y de que la ciencia no consiga frenarla. Mi padre me pregunta día a día si lo han conseguido ya y yo le doy lo que no quisiera que fuera una falsa promesa: para otoño habrá seguramente una vacuna y se la pondrán todos los mayores y los que son considerados personas de riesgo.
Muchos esperan que esta espeluznante visión nos cambie. Los hechos dicen otra cosa. Se guarda cola en las tiendas de ropa. El consumo reprimido desborda las cajas registradoras que los grandes almacenes han tenido paradas. No se ha conseguido un remedio, pero las personas andamos probándonos ropa unas tras otras. El miedo ha dado paso a la inconsciencia. La rueda de la economía que se había trabado empieza a girar otra vez. Los empresarios piden que se mire hacia otro lado, que los novecientos cincuenta euros de salario mínimo no se apliquen. Por supuesto que no se derogue la reforma laboral que tan a cuenta les ha salido. Quieren que la pobreza generada por la pandemia les beneficie para encontrar trabajadores a los que dar sueldos de miseria. No hay ningún cambio, los ricos siguen deseando ser cada vez más ricos a costa de empleados cada vez más pobres. Y en julio que vuelva el turismo, que se reanuden los vuelos internacionales, con un medidor de temperatura es suficiente, que pasen todos los que no tengan fiebre. Si aumentan los enfermos ya se ocuparán los sanitarios, esos que han sufrido más contagios que ningún otro sector.