Residuos navideños

Publicado: 13/01/2021
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente y verso suelto

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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Yo prometo que hago un esfuerzo de credibilidad para pensar que todo lo puesto en los contenedores amarillo y azul se reciclará
Acaban de terminar las fiestas y con ella la cosecha de buenos ratos y no tan buenos. Acaso no es cierto que solemos llevarnos a casa algún encontronazo con un cuñado o cuñada o con una hermana, vete tú a saber, entra dentro de lo normal, lo previsible, lo llevadero. Son residuos de las fiestas, se van diluyendo con los días, con los meses o forman un rescoldo a punto de encenderse con la menor ocasión. Estos son los más peligrosos, dañan al sustrato base de la familia y la aparta, acaba con la cohesión y en las peores ocasiones la desgasta hasta llevarse todo el cariño y dejar la peor cara. A estos restos se le teme cada diciembre, antes de empezar, nadie sabe quién no será capaz de controlarse o sabemos seguro quién meterá la pata porque se especializa en eso. Pero no se recogen hasta que se van los Reyes.

Lo mismo sucede con todo el consumo excesivo que hacemos. Empieza a llenar los contenedores el veinticuatro y se desborda por completo el seis de enero. Yo prometo que tengo que hacer un esfuerzo de credibilidad para pensar que todo lo puesto en los contenedores amarillo y azul se reciclará. Pero son muchos años sabiendo que cuando la cosa se desborda, va a parar a la zanja donde se deposita lo orgánico. Ojalá todo el proceso fuera más transparente y garantizado, pero hasta ahora deja mucho que desear.

Lo mismo ocurre con las depuradoras de aguas. Falta mucha educación ciudadana para que se dejen de echar por el váter compresas, toallitas de bebé, tampones y hasta pañales. Sólo con que esto deje de hacerse, el trabajo de depuración bajaría a la mitad. Pero más conciencia les falta a las empresas que se deshacen de sus residuos por las tuberías. Esos tóxicos van al mar y por lo tanto a nuestra cadena alimenticia. No por casualidad el cáncer es la enfermedad de nuestros tiempos. Nos bañamos en unas aguas que recogen no sólo residuos urbanos, también industriales. Si esto es el primer mundo, no quiero ni pensar en lo que pasará en el tercero.

No hay una ciudadanía que interrogue a sus políticos sobre el tema, por tanto éstos no lo ven como prioritario en sus actuaciones. Hasta que esto no suceda y no conectemos nuestra salud con la del planeta, el daño no dejará de producirse.

 

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