Dolor crónico

Publicado: 20/01/2021
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente y verso suelto

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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Extiendo un cálido abrazo con mis palabras a todos los enfermos con dolor crónico, nos vemos como siempre en la cola de la farmacia.
La vida cotidiana se enfrenta de una manera muy distinta cuando se tiene que sobrellevar con dolor físico. Afecta desde que te bajas de la cama y no se para cuando tienes que volver a ella. Allá donde vayas va contigo. A veces se te retrata en la cara, en esa palidez y en los ojos hundidos que dan el agotamiento, otras es un pasajero invisible. No es como una hemorragia, escandalosa y evidente, pero también se te va la vida deseable y te deja con otra de segunda o de tercera que te cuestionas más veces de las que quisieras.

Las cosas no tienen el mismo color, el dolor las desluce, las apaga, se alía con un estado de ánimo tristón que se te hace difícil distinguir de la depresión. Los medicamentos también contribuyen, para aliviar bajan tu nivel de consciencia.

Los médicos recomiendan no vivir con dolor, la vida también lo recomienda os lo aseguro, pero en determinadas enfermedades se hace difícil ganar esta batalla. De hecho, es mejor no sacarle el diente a tu enemigo porque no se adelanta nada y se pierde mucho, viene a recrudecerse.

La calidad de vida de un paciente con dolor crónico es difícil de adivinar desde afuera. Los horarios pierden sentido, se duerme cuando se puede, tu actividad se reduce a cuando te deja. Hay muchas personas yendo a trabajar todos los días en ese estado, yo fui una de ellas. Cuando la enfermedad me jubiló llevaba años sin dormir una noche entera debido al dolor. Lo peor es que me había acostumbrado a vivir así, llegué a no conocer otra cosa y a identificar la normalidad con mis desajustes.

Recorrer doscientos metros en media hora cargada con mi maletín es algo que definitivamente no echo de menos.

Resulta difícil que la Seguridad Social se haga cargo debidamente de los enfermos con dolor crónico. No hay un aparato que mida el dolor. Se mide la tensión, la glucosa, los parámetros de los análisis de sangre… Nadie te acompaña a casa para vivir contigo tu día a día y hacerse una idea. Ni siquiera la gente que te ve ocasionalmente sabe cómo es. Incluso a veces sientes que no lo entienden y que además pasas de explicarlo porque sólo es visible para los más cercanos.

Extiendo un cálido abrazo con mis palabras a todos los enfermos con dolor crónico, nos vemos como siempre en la cola de la farmacia.

 

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