Tras el extraordinario éxito como protagonista de
Stranger things, Netflix ha vinculado la proyección cinematográfica de su gran estrella adolescente,
Millie Bobby Brown, al de su propia marca, consciente del brillante recorrido que aguarda a la reencarnación más próxima a la inolvidable
Hayley Mills -Tú a Boston y yo a California, Pollyana-.
Lo hizo con la producción de su primer largometraje como protagonista,
Enola Holmes, basado en el personaje de la literatura juvenil creado por
Nancy Springer, a semejanza de su supuesto hermando mayor, el Sherlock de
Arthur Conan Doyle. Y, ahora, persiste en el empeño con
Enola Holmes 2, que supera a la primera en entretenimiento y levanta asimismo un agradecido discurso militante y hasta didáctico en favor del feminismo de fácil conexión con el público mayoritariamente adolescente al que va dirigido el filme, con lo que su contribución puede resultar mucho más efectiva que las sesudas e interesadas campañas institucionales al dictado de algún partido político.
De hecho, y pese a seguir las directrices de los personajes creados y adaptados por Springer, esta segunda entrega de Enola Holmes se inspira asimismo en un caso real, el de
la huelga en una fábrica de cerillas de Londres en la que se produjo la primera huelga liderada por mujeres, para mujeres, y que obtuvo como resultado la mejora de sus condiciones laborales. Es la cuestión de fondo de una trama mucho menos enrevesada que la del filme precedente y en el que persiste, eso sí, un pretendido estilismo narrativo -el personaje de Millie Bobby Brown insiste en sus apelaciones al espectador- que marca el ritmo y el tono de buena parte del metraje.
De nuevo bajo la dirección de
Harry Bradbeer -cineasta cultivado en el mundo de la televisión británica-, la película repite con la participación, más protagonista, de
Henry Cavill, como Sherlock, y Helena Bonham Carter, como la madre -una más que comprometida sufragista- de los famosos detectives, a los que se suma en este caso
David Thewlis como malvado de prestigio de la función.
A E
nola Holmes 2 sí cabe achacarle un defecto: en su pretendida militancia contemporánea insiste en subrayar la supuesta homosexualidad de Sherlock Holmes, por el hecho de atribuirse un mérito o un guiño final, cuando
Billy Wilder ya nos dejó claras cuáles eran sus auténticas predilecciones por el doctor Watson, y no tenían nada que ver con su físico.