Así comienza uno de los cánticos más conocidos de la afición azulina. La grada del Iberoamericano, pese a las derrotas y los sinsabores, ruge cada jornada esperando espolear a un equipo que este año no termina de arrancar mientras la temporada se acerca al final de su último tramo. La gestión del grupo inversor, con todo lo profesional que intenta ser, demuestra que sólo con dinero no se consigue ser más competitivos. Hace falta conocer el fútbol, la competición y la categoría en que se juega. Empezar a dar bajas a diestro y siniestro, cambiar de entrenador como de camiseta y empezar con un equipo nuevo cada año no soluciona absolutamente nada.
Nacho Castro ha sido el único entrenador que ha completado una temporada (de hecho, comenzó la siguiente). A partir de ahí, ha habido una infinidad de nombres en el banquillo. Salva Ballesta, Pablo Alfaro, Héctor Berenguel y Alfredo Santaelena son sólo algunos de los nombres que recuerdo ahora mismo, a bote pronto. Todos ellos con la constante en común de llegar aportando ilusión y trabajo, dando muy buenas sensaciones y con los resultados sin terminar de acompañar. Quizá Alfaro sea quien mejor lo tuvo y sigo sin comprender cómo no comenzó esta temporada tras el gran trabajo con que terminó la pasada. Pero eso es harina de otro costal.
En el césped del estadio cañaílla hemos visto cabalgadas épicas de Biabiany, golazos a balón parado de Callejón, exquisiteces de Chaira o jugadones de Gabri Martínez, por citar algunos casos. También vimos las caídas y resurrecciones de Ferrón, la profesionalidad y entrega de Aquino, incluso intentamos digerir los indigestos pasos de Caballero y Calderón por nuestro equipo. Vienen y van jugadores, técnicos y directivos. Y los aficionados seguimos aquí, sosteniendo el club con nuestro apoyo (que no poco esfuerzo nos cuesta), renovando nuestro abono incluso sabiendo que no podremos ver un partido en nuestro estadio por trabajar fuera y a pesar de estar siempre coqueteando con un descenso cuya sombra cada vez pasa más cerca: ya nos rozó las dos últimas temporadas y en esta ya pintan bastos en relieve...
Creo que ya va siendo hora de exigir además de apoyar. Últimamente se oyen demasiados rumores sobre un núcleo duro de jugadores que hace la cama al míster cuando no les gusta o de salidas nocturnas que recuerdan al título de una serie de Netflix:
El sabor de las Margaritas (el que quiera entender, que entienda). De ser ciertos los rumores, el trabajo de una temporada para evitar descender a Segunda RFEF se puede ir por el desagüe sólo por los díscolos que no tienen claro cuál es su trabajo, qué hábitos no ayudan a desempeñarlo y cuya actitud juega con las ilusiones de una afición, la azulina, que esperaba ver crecer a su equipo y sólo encuentra que nuestro Club Deportivo San Fernando avanza a paso de cangrejo.
Sirvan estas líneas para homenajear a la afición que, llueva o truene, sigue ocupando su localidad en el estadio aunque eso implique más sufrimiento, más disgustos, más enfado por la derrota y lágrimas por el futuro incierto... pero que también, según pasa la semana, se llenan de coraje, de ánimo y de esperanza para apoyar de nuevo al equipo de sus amores. Que ser de los que ganan es muy fácil, pero ser del San Fernando es amor incondicional. Ojalá pronto los que queremos a este club veamos que la única oscuridad es la de un día nublado y no nuestro horizonte; que, si se pierde, es con lucha y entrega; y que las margaritas sean sólo flores del campo. Ya me entienden.