La Ley es de obligado cumplimiento para todos los ciudadanos y, como no, para los gobernantes. Y lo es con independencia de su conocimiento o no o de si a uno le parece bien o no lo dispuesto. Y la Ley 18/2013, de 12 de noviembre, recoge que la tauromaquia forma parte del patrimonio histórico y cultural común de todos los españoles y que en su condición de patrimonio cultural, los poderes públicos garantizarán la conservación de la tauromaquia y promoverán su enriquecimiento.
No haría falta decir nada más para concluir que la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de dejar fuera los toros del bono cultural prometido a quienes cumplan 18 años no es solo un ejercicio de sectarismo ideológico, sino un flagrante incumplimiento de la ley En la era del conmigo o contra mí, del bueno o malo sin opción de lo regular, de lo políticamente correcto pero solo en una dirección y de la censura envuelta en una falsa bandera de la libertad, el Gobierno de España ha decidido convertir los toros en un arma arrojadiza con la que discriminar a miles de españoles.
Subvencionar el acceso a la cultura de los jóvenes que cumplan 18 años puede ser una medida que parezca bien o mal, pero excluir únicamente la tauromaquia de la lista de actividades susceptibles de ser consumidas por esos jóvenes es un grave ejercicio de discrecionalidad en la toma de decisiones y en el gasto de dinero público; es un ataque a la libertad de aquellos jóvenes que prefieran comprar una entrada para los toros que algún otro espectáculo cultural.
Cuanto más grita cierta izquierda las palabras democracia, libertad, derechos… antes actúan de forma radicalmente contraria.
Porque esta decisión del Gobierno destila sectarismo ideológico y un desconocimiento profundo de la realidad: la tauromaquia no tiene ideología sino que hay aficionados de todas las ideas y posicionamientos políticos.Obviar la ley para discriminar a un grupo de jóvenes a los que se considera de ideología contraria al Gobierno impidiéndoles el acceso a la tauromaquia con el bono de 400 euros tiene poco de democrático, poco de reconocimiento de derechos y casi nada de garantía de la libertad individual.
Pocos espectáculos suscitan la presencia de tantas personas cada tarde. Salvo algún concierto aislado, no hay actividad cultural que reúna a tantas personas en un mismo lugar; salgo algunos partidos de fútbol, no hay espectáculo con tantos aficionados. Y eso a pesar de algunos políticos.