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Seguimos.
Si el balón se eleva por encima de los dos metros, es falta ('highball'). Como máximo se le
puede dar tres toques al balón. La distancia de las barreras es de tres metros,
todos los tiros libres son indirectos, existe una tarjeta azul (enfocada a sanciones de dos minutos) y nadie puede entrar al área (ni el portero salir de ella). Área que, por cierto, es más pequeña de lo habitual y para la ocasión se hizo con conos.
Sí, es mucha información de golpe. Y para cualquier amante del deporte rey, puede sonar aburrido, alejado del dinamismo que tanto llama la atención en los profesionales. Pues bien, un servidor, tras el arduo trabajo de una mañana entera tostándose al sol malagueño, está en la capacidad para decirles que
tiene su punto. Mola. Primero, porque la
técnica adquiere una dimensión nunca antes vista. Al no poder correr, el pase preciso, el tiro desde larga distancia o un recurso preciosista pasan a ser elementos vitales para lograr el triunfo. Hasta hay un equipo que se llama ‘Correr es de Cobardes’. Eso, que mola.
Lo más importante
Hecho un repaso a lo puramente deportivo, pasemos a la
parte –me atrevería a decir-
más importante de este deporte:
su aspecto social e integrador.
El Walking Football da una
segunda oportunidad a aquellas personas que, por diferentes motivos, tuvieron que dejar la práctica habitual del fútbol 11 o el fútbol 7.
“
Tengo dos prótesis de cadera, apenas puedo correr y me cuesta girarme. Descubrí el Walking Football por casualidad y es una de las mejores cosas que me han pasado”, comenta Manuel García, jugador del Hispalis.
Otro que también encontró un tesoro en esta modalidad es Francisco Javier García, futbolista del Betis Walking: “Estuve jugando al fútbol hasta hace cinco años, que
me dio un infarto. El Betis sacó esta opción para socios y dije, ‘¿por qué no?’. Llevo ya tres años jugando y recomendaría la experiencia a cualquier persona mayor de 50 años que le guste el deporte. Aquí no tienes el peligro de una mala entrada, un balonazo… Además, se crea una comunidad muy bonita entre todos los equipos. Siempre acabamos de cervezas cuando acabamos”.
El equipo de las Íberas Sevilla, por ejemplo, cuenta entre sus filas con varias
pacientes oncológicas, algunas que ya han superado la enfermedad y otras que todavía la padecen. Se ven
decenas de rodilleras, así como cicatrices de operaciones. Amantes de la práctica del fútbol encuentran aquí una vía para saciar su sed. La media de edad en las personas que practican este deporte es de 55 años, aunque perfectamente se puede ver a ‘muchachos’ de 70 u 80.
Jesús Ruiz, practicante habitual de Walking Football, hizo las labores de entrenador del Hispalis durante el torneo, debido a un contratiempo físico. Se trata de una de las primeras personas que comenzaron a jugar a esto en nuestro país: “
Estaba hace siete años con mi pareja de viaje en Portugal. El anfitrión del lugar donde me alojaba me comentó que había un entrenamiento de Walking Football al día siguiente, que si quería participar. Era la primera vez que lo escuchaba en mi vida y decidí probar. Me gustó y comencé a ir más a menudo.
En Algarve hay una comunidad importante desde hace más de diez años, sobre todo por los ingleses residentes”.
No es para 'acabados'
“La
primera impresión de todo el mundo es que esto no es para ellos, que aquí solo viene gente acabada. Sin embargo, la gran mayoría,
cuando prueban, repiten. Es un reto técnico: que con solo tres toques seas capaz de encontrar una línea de pase, apoyar al compañero, juego raso… Es perfecto para huir de las lesiones”, agrega.
Pese a todas estas bondades, el
Walking Football sigue en vías de desarrollo. Hay ciertas normas comunes a todos, pero otras cambian dependiendo del lugar en el que se practique (número de toques, altura máxima del balón, infracciones por falta…). Todo en esta vida tiene un inicio; sin embargo, no deja de ser paradójico que este resulte una oportunidad para aquellos que comenzaban a ver el final.