Bajo el título ‘Los Topógrafos’, José Luis Rangel pone en circulación un nuevo libro que ya puede adquirirse en las librerías de Sanlúcar. En este nuevo volumen, que viene a sumarse a los ocho ya publicados, el escritor sanluqueño vuelve a los temas que le apasionan y en los que se le puede considerar un especialista, concretamente la cultura popular sanluqueña y su copioso anecdotario.

Pequeñas historias y leyendas del pasado reciente en Sanlúcar, personajes interesantes, cuando no son estrafalarios,, acontecimientos y situaciones que son la esencia de aquella vieja Sanlúcar cuya identidad mantuvo sus rasgos hasta la década de los setenta. De aquel estado de cosas que Rangel cuenta como un rastreador de la memoria, que resume aquí la historia que tuvo lugar un buen día con motivo de la emigración a los países de Europa.

Se habían reunido unos pocos sanluqueños en las dependencias municipales para escuchar una charla sobre la emigración a Alemania. Desde la tarima que se elevaba al fondo de la sala el funcionario habló de los sueldos que se cobrarían en aquellas fábricas, de la sustanciosa diferencia del marco respecto de la peseta, de los derechos laborales y del alojamiento, todo ello inmejorable, y como estimara que ya estaba dicho todo lo necesario, manifestó su disponibilidad para que le hicieran cualquier pregunta. Los asistentes se miraron unos a otros como consensuando la intervención, pero hubo uno que no estaba dispuesto a preparar la maleta sin ventilar una duda que le preocupaba:

“-¿En Alemania hay cazón con tomate?
-¡No! –dijo en seco en funcionario-”.
Tan contrariado por la respuesta como firme en su decisión, el emigrante se salió del grupo con un brazo en alto mientras proclamaba:
“-¡Uno que no va!”.


En otro apartado del libro Rangel cuenta las peripecias de Juan Picón en el estraperlo, la idiosincrasia del Curriqueque, la audacia de Diego López y las pifias risibles del analfabetismo que asolaba España en la posguerra. Cierto es que de aquellos tiempos penosos pocas alegrías pueden recordarse. Pero hete aquí la maestría de Rangel para evocar tanta desventura, con un aliño de suspicacia y humor que hacen de estos relatos un entretenimiento capaz de atrapar al más indiferente de los lectores.