Cojo la manzana, la muerdo y la tiro. A buen seguro que todo niño ha escuchado eso en su infancia cuando su madre le enseñaba a hablar el lenguaje de la sevillana. Un lenguaje que casi toda la totalidad de Sevilla sabe y que práctica siempre que puede, no sólo en la feria. Pero, ¿qué tiene la sevillana que la hace diferente al resto de bailes típicos?
Para empezar habría que destacar que a lo que hoy llamamos sevillana, es algo más reciente de lo que parece y tiene que ver con diversos factores como nos indica Alberto del Campo, profesor titular de Antropología Social en la Universidad Pablo de Olavide. “Las sevillanas sufrieron un auge gracias a la idea de que Sevilla era la ciudad del arte, de la gracia, del hedonismo… relacionada con la idea de que la gente del sur éramos más fogosos, más dados a los bailes”, todo ello en contra de la visión de “los andaluces como vagos, los estereotipos o la mezcla de sangre que había en el sur”.
Como baile la sevillana proviene de una variación de la seguiriya, de la cual “Cervantes ya hablaba de ella siempre con esa idea asociada al pueblo de que es una estructura muy sencilla”, nos explica Cristina Cruces, catedrática de Antropología Social. Cruces, explica que esta seguiriya “se populariza y ya en el siglo XVIII, encontramos los primeros indicios de la seguiriya llamada
de palillos que es el primer acercamiento a la sevillana actual” añadiendo que sería “en la segunda mitad del siglo XIX cuando se fragua la seguiriya sevillana que acaba llamándose sevillana.” Además, la sevillana es tomada en el extranjero como un elemento diferenciador de España; ¿por qué se produce esto? Como indica Alberto del Campo, es una cuestión que viene desde muy atrás, “cuando en el siglo XVIII la aristocracia madrileña mira hacia el sur buscando un elemento singular para oponerse a las modas provenientes de Francia; los bailes del sur fueron tomados como elementos idiosincrásicos.En ese momento el folclore andaluz y en concreto el sevillano, se eleva a icono, no ya como andaluz, sino como español.”
La sevillana es además, una forma de relacionarse, un punto de encuentro. Esta cuestión puede tomarse como una especie de cortejo. “Esas idas y venidas expresan una especie de cortejo y eso lo ha catapultado a baile apto para momentos de alegría y de goce, que es una expresión de júbilo tras el invierno”, apunta del Campo. Cruces, por su parte, prefiere ir más allá de lo puramente cortejante asegurando que “no es ya un cortejo de pareja, sino que es una física social, tiene un componente participativo, de identidad.”
Quizás sea este componente de identidad lo que hace que sea un baile que triunfe. Todo ello ayudado por la virtud de ser un baile mecánico, lo que facilita su interiorización, “por lo que no hay una inhibición a la hora de interpretarlo. Es por ello por lo que el que la ejecuta sólo tiene que poner de su parte el arte, la gracia, la chulería o simplemente la audiencia, porque lo que nos rodea, también forma parte de la sevillana que se está bailando”, certifica Cristina Cruces. Además, la sevillana es un lenguaje que -como el dialecto andaluz-, ha evolucionado a través de los tiempos siendo aceptado también entre la juventud, quien la practica asiduamente. Un hecho de renovación al que ayudado el ser “practicada profesional y popularmente y por eso ha sufrido un estado de renovación y evolución que se renueva cada año”, manifiesta Cruces. Este triunfo entre la juventud es una cuestión de la que no pueden presumir otros bailes típicos que se han quedado anquilosados en el pasado. Alberto del Campo suma esta renovación con uno de los elementos que suelen acompañar a la sevillana: el traje de flamenca, los cuales “junto a las sevillanas, están sujetos a las modas y eso significa que es algo que está vivo y que la gente se identifica con ello”, expone este antropólogo.
Este interés que suscitan las sevillanas se entiende fácilmente con el ejemplo dado por Alberto del Campo, quien explica que “cuando se está en una boda, por ejemplo, en el País Vasco, se pone una sevillana y todo el mundo puede o quiere aprender a bailarla, eso al contrario no pasa, con los bailes típicos de otros lugares no pasa.” Y todo esto se debe, desde los inicios de la misma al exotismo que desprende Sevilla y sus bailes. Ese componente que como afirma del Campo es lo que catapultó a la sevillana fuera de nuestras fronteras y que es dado por “el calor, el río, la presencia exótica de negros o gitanos, eso lo hace todo sensual” y justo ese exotismo, esa sensualidad es lo que hace especial a las sevillanas, un lenguaje internacional nacido en Sevilla.