Ana María Vidal Rivera perdió a su marido en el año 2005 y, entonces, emprendió una incansable “búsqueda de sí misma cambiando la mirada hacia el valor de las cosas”. Cuando aún coleaba la crisis sanitaria a consecuencia del Covid, Ana María Vidal Rivera sufrío una fractura de espalda que frenó en seco su vida y, entonces, comenzó a escribir sus reflexiones, publicadas en un diario digital de Salamanca. La aceptación entre los lectores de sus escritos la alentó a iniciarse en el mundo literario.
La autora (Cádiz, 1965), residente en el Bierzo desde hace ya doce años, donde ejerce como maestra rural en el CRA de Quilos, seleccionó 22 de los textos y preparó una introducción profusa en referencias bibliográficas y datos científicos sobre “los últimos descubrimientos de las emociones”.
Porque, precisamente de eso, “de la pugna entre corazón y cabeza, de cómo gestionarlas, de cómo nos suben y bajan los ánimos”, se ocupa en Emergencia (pulse el botón y abra la puerta), libro editado por Letrame e ilustrado por Ana Talavera, y que presentará el próximo viernes 10 de junio, a las 20.00 horas, en el IES Columela, gracias a las facilidades puestas por Coral González y el resto del equipo directivo del centro educativo.
“No hay emociones positivas o negativas, hay emociones”, apunta. “Lo importante es ver qué circunstancias te las provocán, si te produce rechazo, tristeza o alegría y determinar por qué”, añade.
Vidal Rivera reivindica la mirada introspectiva. No en vano, la primera de las reflexiones de la obra se titula Con-vivir. No es sencillo, reconoce. “Las nuevas tecnologías tienen una parte positiva con un uso adecuado”, pero “el peso de las redes sociales, que busquemos el like de manera permanente dificulta reforzar nuestro interior”. Y solo reforzando nuestro interior, remarca, “valoras lo pequeño y te alejas de todo lo que no te nutre” espiritualmente.
Emergencia (pulse el botón y abra la puerta) no es exactamente un libro de autoayuda, pero sirve de autoayuda. Tampoco es un libro fácil porque nos sitúa ante el espejo. Si bien se muestra reticente a destacar alguno de los escritos, cede y cita dos, ambos acerca de dos temas tabú: la muerte y los cuidados paliativos, por un lado “y la peor de las batallas, la de convivir con uno mismo, porque nuestra mente es capaz de llevarnos al pozo”.
También aborda en las páginas de su primer proyecto literario cuestiones como la amistad, la naturaleza o los hijos y el papel de los padres, que en muchos casos “proyectamos en ellos nuestras decepciones”. “Hay que saberlos acompañar, que vayan forjando su personalidad”, aconseja al respecto por su propia experiencia personal y su dilatada y fecunda trayectoria como docente.
Pero no solo ha consagrado su vida a la enseñanza. Voluntaria en el centro de educación especial de Afanas, donde conoció a su marido, trabajó como asesora en el Gabinete de Cultura de Paz y No Violencia de la Delegación de Educación y fue coordinadora de la ONG Educación Sin Fronteras en la provincia de Cádiz. De todas estas vivencias, aprendió la importancia de la empatía. “Hay que indagar en nuestro ser interno sin miedo, sin resentimiento, sin expectativas”, pero también ponerse en el lugar del otro, sin olvidar que somos mucho más de lo que aparentemente mostramos en nuestra parte física e intelectual.