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Miércoles 27/11/2024
 

Notas de un lector

Los días azules

Ahora, con “Otros sabrán de mí”, Marina Casado signa desde lo pretérito el mar de sus remembranzas

Publicado: 02/10/2023 ·
10:34
· Actualizado: 02/10/2023 · 10:34
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Conocí el decir de Marina Casado, al hilo deEste mar al final de los espejos”, con el que obtuviera en 2020 el premio Carmen Conde. Era aquel su cuarto poemario, después de haber iniciado su andadura lírica en 2014 con Los despertares.

Descubrí, entonces, su rigor a la hora de sostener un verso sugeridor, muy bien ritmado, con el que ir tejiendo su personal batalla frente al ayer y su mañana. Sabedora de que fue “la poesíaque vino a salvarme de la vida”, sudevota entrega se mantiene vigente mediante un verbo confesional y lúcido.

El pasado año, Marina Casado publicaba “Los ojos fríos del vals”, un volumen en donde se aunaba el propósito de trascender las emociones, de reidentificar los sentimientos, en una suerte de necesaria sucesión de azares. Azares, al cabo, capaces de hacer más vívida y solidaria la existencia.

 Ahora, con “Otros sabrán de mí” (Fundación Valparaíso. Colección Beatrice, Mojácar, 2023), premio “Paul Beckett”, Marina Casado signa desde lo pretérito el mar de sus remembranzas. Al par de la cita de Francisca Aguirre que sirve de pórtico “…y una mujer que sabe que los muertos no mueren”, su voz se afana en revivir aquello, y a aquellos, que fueron bordón del ayer, motivo primero de su infancia. Ella misma lo afirma en su nota previa “A veces debemos asomarnos a la memoria para saber quienes somos”.

Junto a esa premisa, su cántico se alza y se reencuentra con un pasado que marca el hoy de su vivir. Y sobre el que, además, corazón y mente se tornan cómplices y vertebradores de una suma de sucesos que aún rozan y erizan la piel: “Me vestiría con la edad exacta de los muertos/ para volver a recorrer los campos,/ embriagarme de viento entre los encinares/ y vaciar mi cuerpo de esta soledad/ de esta lluvia que ahora eterniza el presente…”.

Dividido en tres apartados, “Todo cuanto supe”, “Destierros” y “Perpetuar la memoria”, el poemario se sitúa en un ámbito unánime donde fe y amor, azar y celo, fulgor y melancolía, se abrochan aun primigenio albor que despliega una mirada capaz de alentar la claridad frente a las sombras.

Dejó escrito Lord Byron que “el mejor profeta del futuro es el pasado”.Y,en estas páginas, Marina Casado se sabe dueña de un mañana en el que reescribir la resurrección de paisajes y protagonistas que sean luz y llama viva: “Asciende al escenario, yérguete frente al público,/ esgrime una sonrisa y no olvides la máscara./ Saluda con ternura a los días azules”.

Mas la añoranza, al cabo, marca y traza el resto de instantes en donde el yo poético fundamenta su porvenir. Lo empírico sirve, pues, para orientar la exacta dirección del futuro y en las huellas de lo vivido halla la poetisa la inminencia de su renovada condición. No hay fronteras, no hay límites, de ahí, que los anhelos respiren muy cerca de los ensueños, y pueda oírse un silbo, un aleteo que esté llamando a la esperanza.

Un libro, en suma, pleno de emotivo humanismo, de ecos familiares que siguen resonando junto a un verso sólido y preciso. Y dador de una poesía que se abre a la belleza de lo puro “con toda esta nostalgia colgando de los ojos”

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