A la enorme decepción, por la forma y el fondo, de Rafael Nadal contra Novak Djokovic respondió Carlos Alcaraz con un triunfo convincente, apresurado y autoritario ante el neerlandés Tallon Griekspoor (6-1 y 7-6(3)) para reanimar al tenis y al seguidor español del vacío sufrido después del adiós del legendario jugador balear.
Siempre quedará Alcaraz, que acude presto a alargar el estado de felicidad que ha proporcionado Nadal durante todo este tiempo. En eso está el murciano, a sus 21 años con cuatro Grand Slam a sus espaldas, con pinta, si se mantiene, de pulverizar cualquier reto y de superar cualquier registro.
También el olímpico. En sus primeros Juegos, el murciano representa el aire fresco. La novedad y el dominio. Ha llegado a París con el título de Roland Garros bajo el brazo, logrado semanas atrás, como el príncipe dispuesto a ocupar el histórico trono del gran Nadal.
El murciano, la baza española en París, salió airoso de un duelo que se enquistó en el segundo set, cuando dio síntomas de fatiga física, pidió la asistencia del fisioterapeuta de pista que le trató. Estaba el set, el segundo, en el aire. Pero volvió con decisión, salvó la manga, frenó el crecimiento del neerlandés -que tuvo un punto de set- y cerró el partido en una hora y 46 minutos.
No se anda con rodeos Carlos Alcaraz, que apunta al podio. Además de por la aparente bondad de su parte en el cuadro, por el nivel que ofrece en cada partido. Rapidez de movimientos, puntería en los tiros, seguridad y cada vez más continuidad. Solo las dudas musculares que aparecieron después pueden frenar su progreso.
El murciano, que si gana el oro será el más joven campeón olímpico en tenis, en el cuadro individual, no hace concesiones. Tampoco sufre desgaste tal y como se vio ante Griekspoor que ocupa un lugar en el ránking para tener en cuenta. El neerlandés es el 28 del mundo. También debutante olímpico, afrontó el cara a cara sin ser capaz de haber ganado nunca en su carrera a un top 5.
Cuenta con un triunfo en cuatro partidos ante Alcaraz. Pero fue en el 2021 en Montpellier, en el primer encuentro entre ambos, cuando el murciano, con 18 años, daba sus primeros pasos en el circuito profesional. Poco después le devolvió el marcador el español que se impuso en Estoril, en tierra y más adelante, en Wimbledon, hierba y en Indian Wells el pasado año en pista dura, alargó Alcaraz su dominio en el cara a cara.
La novena victoria consecutiva de Carlos Alcaraz duró una hora y tres cuartos. En media hora ya había cerrado la primera manga después de protagonizar un arranque endiablado, con un 3-0 que fue una declaración de intenciones. Acabó el parcial con 6-1.
Mejoró Griekspoor después, en el segundo. Y mantuvo el pulso aferrado a su saque el jugador de Harlem que disfrutó en el 2023 de su mejor año con las tres finales de su carrera disputadas. Dos títulos, en Hertogenbosch y Pune y una derrota, en Washington.
No cedía el neerlandés que aprovechó el bajón de Alcaraz. Daba la sensación de que era una de esas lagunas que sufre el murciano cuando su velocidad es de crucero. Pero había algo más. Perdió frescura y llamó al fisio. Saltaron las alarmas. Con 5-4 entró el médico y marcharon juntos al vestuario.
Tuvo ocasión de set el neerlandés pero Alcaraz emergió otra vez. Evitó el crecimiento de Griekspoor al que se encontrará otra vez el martes, en dobles, y en el desempate cerró el partido y el pase a octavos de final donde le espera el ruso Roman Safiullin, verdugo del argentino Martín Etcheverry.
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