La mentira es la corrupción más persistente de Pedro Sánchez. Con mentiras llegó al Gobierno hace ahora siete años, con mentiras ha intentado ocupar todas las instituciones del Estado y con mentiras ha creado esa red mafiosa que nos tiene alarmados a los españoles. La trama de la fontanera que todo el mundo conoce. ¿Cuanto más vas a abusar de tus mentiras Pedro Sánchez?, que es lo mismo que hubiera dicho Cicerón para desnudar a quien se cree un César que puede arrollarnos a todos en democracia. “Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?”
Una parte importante de esa respuesta está en nosotros, en nuestra capacidad de movilización como sociedad que ya no tolera ni un abuso más. Ni uno.
No debería hacer falta ningún mensaje motivador para que los españoles tomemos las calles, pero si la frustración nos embarga, rebuscamos en la memoria colectiva del cine encontramos algunos tan inspiradores como el del profesor Keating a sus alumnos del Club de los Poetas Muertos: No te dejes vencer por el desaliento, no permitas que nadie te quite el derecho de expresarte, que es casi un deber. No abandones tus ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. En ellos, en los jovenes que esta semana se juegan su futuro en la PAU -mucho ánimo, Alberto- ha de comenzar este grito de protesta, de inconformismo ante el destrozo de nuestra convivencia.
Pero si hay un fragmento que se utiliza en reuniones de empresa o en partidos de fútbol para motivar a sus equipos, es sin duda la maravillosa arenga que le hizo Mel Gibson a su tropa en Brave Heart. "Escocia, ¡nuestra tierra! ¿Qué somos? ¡Hombres libres! ¿Qué nos espera? ¡La guerra! Pero no la guerra de un tirano, si no la guerra de la libertad. Cambien Escocia por España y bien podría servir para animar a que todos los españoles nos sumemos a esta protesta el próximo domingo en la Plaza de España de Madrid en defensa de nuestro Estado de Derecho y de los valores que marcaron la transición española.
Cuando se repasa estos días el discurso que pronunció Pedro Sánchez hace siete años, sobrecoge como un escalofrío la frialdad con la que Sánchez vulnera esos principios y valores. Sencillamente nada ético existe para su ambición de poder. Dijo esto en aquel discurso de la moción de censura con la que se coló en el poder en la legislatura en la que su partido, el PSOE, había obtenido el peor resultado y en la que él no era ni siquiera diputado. “La corrupción actúa como un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país. Disuelve la confianza de una sociedad en sus gobernantes y debilita en consecuencia a los poderes del Estado". Solo podemos concluir, siete años después, que lo que se debería disolver de manera inmediata es el gobierno que hoy me trae a escribir estas líneas.
Hace unos días una mujer a la que admiro, que lleva muchos años respaldando a los trabajadores de nuestro país, me lo dejaba claro: es sencillo, hay una línea que es la defensa de nuestra democracia y cada uno ha de pensar en que lado quiere estar. El gobierno ya se ha posicionado fuera de ella. No solo por la vergonzosa ley de amnistía, o por el ingente trabajo que han hecho para él menoscabando de la confianza de los españoles en nuestras instituciones, retorciendo el sistema, con aforamientos imposibles, con el ataque a medios de comunicación y a periodistas, sino porque la estrategia -quizás la única que tenían para resistir- ha sido la de intentar separar de nuevo a los españoles a toda costa.
El 8 de junio no se manifiesta ningún grupo político, ni si quiera una determinada tendencia ideológica. Ya han sido muchos españoles, de todas las edades de todas las condiciones, los que han manifestado que este gobierno va a la deriva. Desde la barra de un bar con el café de la mañana, con el pulso acelerado cada día frente al telediario que se ha convertido en un serial de corrupción o desde la tribuna de oradores de nuestros parlamentos. Es el momento de sumar esas voces en una y que nos escuchen en el mundo entero.
Es una llamada a la unidad de todos a favor de la democracia y en contra de un gobierno que nos avergüenza. Es la vuelta al abrazo de Genovés, que luce en la sala Constitucional de la casa de todos, el Congreso de los Diputados, y que toma vida, sin inteligencia artificial, en la plaza de Antón Martín.
Yo dejaré por unas horas las arenas para sumarme a una causa que debería de ser la de todos, la defensa de nuestra libertad. La libertad que nos otorga un sistema que ha hecho progresar España durante más de 46 años, y lo haré con el eco de las palabras de William Walace resonando en mi cabeza.
Hagámoslo el próximo 8 de junio en la Plaza de España de Madrid. Hagamos algo extraordinario.