Leer una obra de Antonio Tocornal es encontrar la senda por la que camina un texto, la recorrida por los ojos que le van haciendo preguntas, ojos que tras muchas horas de lectura no les asusta hundirse y descubrir su profundidad.
Árida es su último trabajo. Su título tan orientativo como el pequeño reptil muerto de la portada es tan seductor y amenazante como la curiosidad que despierta en el lector, quien antes de adquirirlo desea cogerlo y abrirlo con la prisa nerviosa e ilusionante de lo que está por descubrir.
La sinopsis de la contraportada nos habla de protagonistas muertos, de un western en un poblado en ninguna parte, del trasmundo y el lector desecha la duda e incluso el miedo para encontrar una novela coral, donde cada personaje es un brochazo en un tono ocre diferente a los otros seis narradores, aunque sea uno, la guardesa, quien los va uniendo. Seis personajes muertos, caminando por ese tránsito oscuro por lo incierto y que aquí se ilumina con una luz cegadora y ardiente, dejando la vida por la distancia que pisan y el recuerdo enganchado en la reja del cementerio de Árida. Andan desorientados, pero sabiendo que se dirigen hacia alguna parte de donde no volverán. El lector los acompaña en silencio, oyendo sus miedos, sus frustraciones, la narración de un presente raro mezclándose con el pasado inmediato de una vida desgraciada y una muerte trágica, seis historias intensas, distintas, independientes, pero que van conformado el encaje pulcro y exacto de un ajuar.
Árida puede entenderse como una novela hecha de relatos, porque cada uno de ellos puede leerse de forma independiente y, sin embargo, se relaciona con los demás. Por tanto, al no tener una estructura lineal y cronológica al uso, el avance es diferente. No importa cómo son los personajes, solo los distingue el sexo, las atmósferas en que se han desenvuelto y cómo van sorteando los escollos del tránsito en que se encuentran. El autor muestra -más que cuenta- un trabajo de economía verbal rigurosa que la intensidad, la brevedad y la sencillez cargan de lirismo, logrando seducir al lector para que vea y oiga lo que el texto silencia.
Árida es una novela para leer despacio, subrayar, anotar al margen, releer el párrafo y cogerla de nuevo de la estantería pasado un tiempo, porque Antonio Tocornal nos ha ido guiando por sus obras con una voz tan propia que no deja indiferente.
La lectura es el ejercicio para descubrir este porqué mientras recorremos la senda por la que camina un texto. Magia.