El alcalde de una ciudad es también el presidente del pleno municipal y, por tanto, el máximo responsable de cuanto sucede en él. Ayer, Jaén escribió la que quizá sea la página más vergonzosa y negra de la historia de la política municipal de esta ciudad. Y su máximo responsable, el alcalde, José Enrique Fernández de Moya, no estuvo a la altura de las circunstancias, y es él, el presidente del pleno, el único que ni debe, ni puede permitir el encadenado de desafortunadas injerencias que sufrió el pleno, tanto de sus palmeros, como de los que le increpaban. Aunque sobraron los motivos para haber desalojado el salón de plenos ante la actitud irrespetuosa del público, incluidos aquellos que antaño veían en el alcalde al mismísimo demonio, éste se negó a hacerlo porque según él era la intención de algunos asistentes; pero, una cosa es no querer desalojar o interrumpir el pleno y esperar que se calmen los ánimos y otra, entrar, como entró, cuerpo a cuerpo, en las provocaciones, increpando del mismo modo a los que insultaban y arengando una y otra vez a los asistentes, convirtiéndose en parte del vergonzoso espectáculo que, más allá de las lecturas partidistas, no se merece ni uno solo de los vecinos de esta ciudad, a los que se deben todos los concejales y sobre todo su alcalde, que ni supo, ni quiso estar a la altura del cargo para el que lo votaron los jienenses.
Jaén
Un alcalde debe estar a la altura
Jaén escribió la que quizá sea la página más vergonzosa de la historia de la política municipal de esta ciudad y el alcalde no estuvo a la altura
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