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Cádiz

Antonio y su familia tendrán que dejar su casa el martes

El juzgado le ordena abandonar la vivienda que ocupa desde 1987 por no poder pagar el alquiler.

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Andaluc�a Informaci�nPublicidad AiPublicidad Ai
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  • Antonio con su mujer.

Si nada ni nadie lo remedia, Antonio Moreno, su esposa y su hija (una menor de 16 años) se verán en la calle el próximo 2 de junio. Estos vecinos de Cádiz se ven obligados a abandonar su vivienda por orden del juez al no poder pagar el alquiler, pero detrás de esta situacion se encuentra una historia verdaderamente dramática.

Antonio lleva desde el año 1987 residiendo en este bajo de la calle Benjumeda, 35. Se trataba de un piso de renta antigua que en 2004 se vino abajo y que la propietaria, en colaboración con la Junta de Andalucía, tuvo que rehabilitar. Antonio y su familia (por aquel entonces vivían con él sus cuatro hijos) tuvieron que realojarse en otra vivienda, en el barrio de San Severiano. En 2004, una vez rehabilitado el bloque, Antonio regresó con su familia a Benjumeda, hasta que el año pasado se encontró con la sorpresa de que el contrato de renta antigua había terminado y tenía que empezar a pagar otra cantidad, mucho mayor que la anterior. Este vecino de Cádiz percibe unos 300 euros mensuales y el alquiler ronda los 400. “No es que no quiera pagar, es que no tengo medios para hacerlo”.

Lo dramático de este caso es que Antonio tiene reconocido un 90% de minusvalía, porque desde hace años sufre un cáncer que lo ha dejado prácticamente consumido y además, a sus 57 años, no sabe leer ni escribir. Él mismo reconoce que no se ha sabido mover como debía para obtener ayuda, aunque dice que ha acudido a los servicios sociales del Ayuntamiento y de la Junta de Andalucía en búsqueda de soluciones: “La trabajadora social me dice que busque un piso, que el Ayuntamiento me ayuda con la fianza, y el pago mensual, pero el problema es que nadie quiere correr el riesgo de alquilar su casa”.

A Antonio le preocupa su hija, la única que vive con él, porque el resto se ha emancipado, aunque no pueden echarle una mano. También le preocupa cómo va a alimentarse a partir del martes, porque debido a su enfermedad no puede ingerir alimentos sólidos, todo tiene que estar triturado.

A sus 57 años, su aspecto de macrado y doliente le hacen paracer un anciano. Hasta que cayó enfermo trabajó como peón de albañil. Mientras contaba su historia a Viva Cádiz, con la esperanza de que alguien pueda hacer algo por él, su mujer lo miraba con lágrimas en los ojos, víctima de una profunda depresión.

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