El recuerdo cercano

Hace ya muchas décadas que esta sociedad carga con demasiado cinismo sobre las generaciones más jóvenes reprochándoles que no leen libros, haciéndoles responsables de un futuro que nosotros mismos somos incapaces de sustentar en este presente. La decisión de comprar un libro y ocupar nuestro tiempo de ocio con sus páginas, difícilmente nace de forma espontánea de un joven de 14 años, que basa la primera etapa de su educación en la imitación, en la reproducción de comportamientos que admira o que cree unas veces singulares, otras muchas universales. Hasta el próximo 14 de mayo la capital acoge la Feria del Libro, una buena oportunidad para replantearnos todos, sobre todo los adultos, hacia donde conducimos nuestra sociedad. Cicateros seríamos si nos quedásemos como ocurre en demasiadas ocasiones en la mera acción de comprar. De poco sirve la Historia si se escribe y no se lee. El recuerdo de la lectura no puede ceñirse a los pasajes escolares o universitarios de aquellos libros y autores que nos hicieron soñar o sufrir, reír o llorar, pensar, en fin. El recuerdo de la lectura tiene que buscarse en día anterior, en la pasada noche, en un rincón siempre cercano de nuestra vida. Solo así el legado perdurará.