He de reconocerlo. Estoy hecho un lío. Hay demasiados puntos de partida desde los que afrontar la presente crónica, aunque todos conduzcan a un mismo destino, al de la carretera por la que transita Morgan con su exquisito eclecticismo y una madurez musical envidiable, casi diría que ejemplar, para un grupo tan joven.
Podría empezar diciendo que Morgan es el grupo. Quiero decir: fuiste joven, montaste tu propia banda, y alguien te preguntó a quién te gustaría parecerte. Lo más probable es que respondieses alguna estupidez. A mí me ocurrió -hace demasiados años ya- y ahora sé que la respuesta era parecerte al grupo que se apoderó este pasado viernes del escenario en las instalaciones de La Cartuja, reconvertidas en Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Yo quise ser Morgan; ahora lo sé.
También podría empezar dando las gracias a Quique González, a su Charo, o mejor aún a la serendipia, que fue la que me llevó a explorar a quién pertenecía aquella voz femenina que replicaba en mitad de la canción -"claro, te acuerdas de mí por fin"-. Nina Morgan, creo que pusieron en el rótulo del programa de Buenfuente. Y de allí a North, donde realmente empezó todo: trece temas sorprendentes, uno tras otro, como sorprendente fue descubrir el diálogo de James Stewart en El invisible Harvey en mitad de Roar -detalles que revelan tanto como la personalidad de su música-.
O podría empezar hablando de Air; entre otras cosas, porque estoy convencido que el segundo disco de un grupo suele ser el más importante de su carrera, o cuando menos, en el que te descubren si están a la altura de las expectativas creadas por su debut. El mundo y la historia de la música está plagada de artistas y bandas que no superaron la prueba del segundo disco. Air no solo es un disco excelente por sus canciones, sino también por la evolución manifiesta en el sonido del grupo, en su creatividad; es la constatación del talento musical coral de este quinteto madrileño.
En cualquiera de los casos se corre el riesgo de terminar siendo demasiado categórico: el mejor grupo del momento de la escena española; el mejor disco de debut; el mejor disco del año; la mejor voz femenina; el mejor directo... Pero, ¿y si en realidad es así? Lo que vivimos en el agradabilísimo patio del CAAC de Sevilla invita, si no a decirlo, sí a sentirlo, a recordarlo de esa manera. Desde las primeras notas de Planet Earth, hasta el colofón final de Marry you, la banda liderada por Carolina de Juan (wearemorgan.com) entregó un puñado de 17 canciones que se han hecho imprescindibles entre sus felices seguidores y con las que se dibuja el retrato exacto de un grupo con alma, con vocación de estilo, exquisito en las baladas bien entendidas -¿acaso no es Sargento de hierro una canción con la que desgarrarte la garganta, y por dentro si hace falta?- y sublime en los ritmos importados, que no impostados, de Another road, Thank you o Flying Peacefully. Y todo ello sin olvidar los sobresalientes solos de guitarra de Paco López, las armonías incrustadas por el teclado de David Schulthess, las inconfundibles aportaciones de Alejandro Ovejero al bajo y Ekain Elorza a la batería -qué bien marca el ritmo su Ludwig de un solo timbal- y, por supuesto, la voz, el sentimiento y el excelente sentido del humor de Nina de Juan.
Un amigo me comenta al final del concierto, como quien ha hecho un descubrimiento inédito en sus muchos años de directos: "Pero qué felicidad transmiten desde el escenario". Felices, sí, todos. Y privilegiados.