El próximo Viernes de Dolores comienza la campaña electoral para las generales. Parece más que probable que la coincidencia con la Semana Santa alivie la agenda política durante esas fechas, al menos en Andalucía, pero puede que no sea suficiente para evitar el hartazgo que nos espera hasta el 26 de mayo. Entre los desafíos de Vox, los “viernes sociales” del PSOE, Casado y Rivera en plan pimpinela y el regreso del macho alfa, podemos formar una casuística un tanto reduccionista pero reveladora de un panorama en el que siguen importando más los gestos que las propuestas, en un constante empeño por demostrar quién es más español, más progresista, más de centro o más de izquierda y, especialmente, sin que se noten demasiado los defectos de cada uno.
Esa misma voluntad por ocultar los defectos propios, convertida en mecanismo de defensa, conduce en algunos casos al descaro, ante la evidencia del sonrojo público que ninguno de ellos es capaz de admitir, como ha ocurrido con el caso del alcalde de El Puerto y candidato socialista, David de la Encina. Es inadmisible que el PSOE, como petrificado por la mirada de Medusa, haya sido incapaz de articular palabra en torno a este gravísimo asunto en las últimas dos semanas, como si hubiera hecho suyo el nuevo lema de campaña de Pedro Sánchez, “haz que pase”, tan abierto a interpretaciones, y esclavo a su vez de la leyenda: “también esto pasará”.
Es ahí donde debe escudriñar el PP, en ese sospechoso pasado, envuelto en ingenuidad por De la Encina, y no en derribar proyectos como el del centro del motor de Jerez, inexcusable ya en sus argumentos y en sus contradicciones, a la vista de todos la maniobra política popular y las consecuencias para una ciudad a la que van a terminar matando a golpes de pecho, gobierne quien gobierne en la Junta.
También los que critican las malas artes que están empleando los demás partidos en precampaña no tienen reparos en desviar la mirada cuando se trata de sus propias siglas. Si los líderes de Adelante Jerez deciden irse al centro de la ciudad con dos cubos y dos fregonas a desinfectar con lejía las calles en las que los militantes de Vox estuvieron repartiendo propaganda la tarde anterior, eso hay que circunscribirlo en el “activismo social” que impregna al partido, porque no se puede “perder el activismo en las calles”.
Incluso partidos con tan poco pasado, como Ciudadanos, se han convertido en rehenes de sus actos. Nadie se cree que no vaya a pactar con el PSOE tras las generales si los votos de las derechas no suman. Se lo dicen las encuestas, y Rivera, al que se le acaba el tiempo y la oportunidad -con Arrimadas a punto de tomar posiciones en Madrid de cara a un posible y próximo relevo-, insiste en el argumento, decidido a no torcer un discurso que es lo más parecido a una apuesta, la del triunfo de las derechas, pero sobre la que no deja de pesar la misma pregunta: ¿y si no..., se envolverá en la bandera para defender a España de los independentistas?
En el caso de Vox está claro que es un partido sin complejos y con descaro; el sonrojo lo causa entre los demás, además de otras sensaciones más o menos desoladoras e increíbles, que no dejan de crecer entre los que han provocado que un partido de estas características tenga razón de ser, como si se tratase de un mero enunciado científico: nada se crea, nada se destruye, solo se transforma.
Frente a todos ellos no queda sino agitar la bandera del recuerdo, la de hace 40 años, cuando se eligieron los primeros ayuntamientos de la democracia y comenzó la construcción del nuevo municipalismo. Por desgracia, la conmemoración ha pasado sin pena ni gloria por la mayoría de los municipios. Jerez ha sido una de las excepciones, y su cabildo viejo el lugar de reencuentro de quienes formaron parte de aquel momento histórico. Entonces “estaba todo por hacer”, confesaba Esteban Fernández, pero aquel punto de partida sirve ahora igualmente para tomar “ejemplo del consenso que tuvimos”, como recalcó Rufino Arrimadas, aunque para muchos fuera como si no hubiera existido el 79, o solo lo interpreten bajo su interés particular.