El presidente ruso, Vladímir Putin, revolucionó hoy el Gobierno del país con una decena de caras nuevas, la mayoría en las carteras sociales, pero la vieja guardia, integrada por los ministros de Exteriores, Defensa e Interior, mantiene intacto su poder.
"Nos ha salido un Gobierno muy equilibrado. Hay bastantes personas que ya trabajaban en el anterior Ejecutivo, pero al mismo tiempo hemos realizado una gran renovación", dijo Putin al presidir la primera reunión del gabinete de ministros.
Menos de una semana después de la dimisión del anterior Gobierno encabezado por Dmitri Medvédev, Putin decidió escuchar la voz de la calle y relevó a los ministros más impopulares de cara a las elecciones legislativas del próximo año.
Era un secreto a voces que los ministros de Educación, Ciencia y Sanidad dejarían sus puestos, ya que habían sido muy criticados, incluso por el propio Putin por las carencias de equipos, servicios y personal en escuelas y hospitales.
A cambio, Putin espera que los rusos apoyen ahora las reformas constitucionales que presentó en su discurso sobre el estado de la nación y que otorgan mayores poderes a la Duma y al Senado.
Precisamente, entonces Putin anunció un programa de bienestar supuestamente mejor que el garantizó nunca la Unión Soviética que incluye ayudas al primer y segundo hijo, alimentación gratuita en la educación primaria, y acuñar en la Constitución una pensión digna y un salario mínimo por encima del mínimo de subsistencia.
También fueron relevados otras dos figuras denostadas como los titulares de Cultura, Vladímir Medinski, cuya cabeza había sido solicitada en numerosas ocasiones, y Deportes, ya que Pável Kolobkov nunca fue capaz de poner orden en la lucha contra el dopaje, lo que le ha costado a Rusia cuatro años de aislamiento internacional y dos Juegos Olímpicos.
Con respecto a la economía, hay un nuevo ministro de Desarrollo Económico, Maxim Reshétnikov, antiguo gobernador de Perm de 40 años, que sustituye al brillante Maxim Oreshkin, que representará a Rusia en el Foro de Davos.
Mientras, Antón Siluánov deja de ser viceprimer ministro, pero se mantiene al frente de la cartera de Finanzas, al igual que los ministros de Industria, Energía, Construcción, Recursos Naturales, Transporte y Agricultura, pero no así el de Trabajo, muy criticado por el partido del Kremlin, Rusia Unida.
Tampoco siguen los titulares de Justicia, Desarrollo Digital y Comunicaciones, mientras desaparece el ministerio de Desarrollo del Cáucaso Norte.
Eso sí, conservan su puesto en el Ejecutivo dirigido por el primer ministro Mijaíl Mishustin dos pesos pesados, el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, y el titular de Defensa, Serguéi Shoigu.
Lavrov, de 69 años y con más de 15 años como jefe de la diplomacia rusa, es insustituible para Putin en su antagonismo con Occidente y probablemente le acompañará hasta su último día en el Kremlin.
Lo mismo puede decirse de Shoigu, mano derecha del presidente, especialmente en la guerra en Siria, donde el papel de Rusia fue crucial a la hora de evitar el derrocamiento del líder sirio, Bachar al Asad.
También siguen los otros "silovikí", como son conocidos los jefes de las fuerzas de seguridad, como los ministros de Interior y Situaciones de Emergencia y Defensa Civil.
Además, regresó al Gobierno desde la Administración presidencial Antón Siluánov, que ejercerá como número dos del gabinete como viceprimer ministro primero y enlace entre el Ejecutivo y el Kremlin.
Siguen como viceprimer ministros figuras muy cercanas a Putin como Yuri Borísov, que coordinará la industria de defensa; Yuri Trutnev, Lejano Oriente, y Tatiana Golíkova, política social.
Entre las principales novedades como vice primer ministros figuran Dmitri Chernishenko, que procede del consorcio gasístico Gazprom y que presidió el comité organizador de los Juegos Olímpicos de Sochi (2014), y Victoria Abramchenko, exviceministra de Economía de 44 años.
También han llamado la atención de los analistas Marat Jusnullin, que gestionaba proyectos de construcción en el Ayuntamiento de Moscú, y dos subordinados de Mishustin en la agencia tributaria: Dmitri Grigorenko de 41 años y Alexéi Overchuk.
Una vez Putin abandonó la sala, Mishustin explicó al nuevo Gobierno en directo por la televisión que la prioridad de su gestión será "el aumento del nivel de vida" de los rusos.
"Demografía, apoyo a las familias con hijos, en resumen, incremento de los ingresos por persona, cuidar de aquellos que necesitan de la ayuda del Estado, y una sanidad y educación de calidad", afirmó.
Para ello, consideró indispensable lograr un mayor crecimiento de la economía, que en 2019 apenas alcanzó el 1,2 %, mejorar el clima empresarial e iniciar un nuevo ciclo inversor.
Mishustin, antiguo jefe de la agencia tributaria, asumió el cargo la pasada semana después de que el Gobierno de Medvédev dimitiera en pleno tras la reforma política anunciada por Putin.
Putin ha encargado al nuevo gobierno que la economía crezca por encima de la media mundial, algo que en los últimos años Rusia sólo ha conseguido en 2013 (3,7 %).
Una vez sea refrendada la reforma constitucional en votación popular, el primer ministro ruso deberá ser aprobado por la Duma, pero a propuesta del presidente.
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Putin revoluciona gobierno ruso, pero mantiene a la vieja guardia
Putin decidió escuchar la voz de la calle y relevó a los ministros más impopulares de cara a las elecciones legislativas del próximo año
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