En declaraciones a Efe minutos después de conocer por un mensaje de teléfono de un amigo la concesión del premio a su novela, Gómez Cerdá se muestra todavía “emocionado” por la sorpresa, ya que, asegura, “siempre tenía la corazonada de que yo nunca iba a ganar este premio”, concedido por el Ministerio de Cultura y dotado con 20.000 euros.
Barro de Medellín, publicado por la editorial Edelvives, surgió tras el primer viaje en 2007 del escritor a Medellín, dónde Gómez Cerdá se movió por barrios y conoció a una gente y a unos niños cuyos problemas le impresionaron, y a su vuelta supo que “tenía una historia que contar en la cabeza”.
Al escritor, que acaba de regresar de su segundo viaje a Colombia, ese primer viaje a la segunda ciudad más poblada de Colombia “me hizo cambiar –explica– la idea preconcebida” de violencia que tenía sobre la ciudad, y, aunque constató la realidad de pobreza, descubrió un Medellín “de gente encantadora y su apuesta por la cultura”.
En este sentido, asegura que Barro de Medellín, publicada en 2008, es una “parábola en torno a cómo la cultura puede cambiar a la gente y su mentalidad”, un libro “lleno de sentimientos” a pesar de que sus personajes se mueven “en un ambiente duro”.
La novela, dirigida a un público a partir de diez años y que ya había ganado el Premio Ala Delta en 2008 y también el Mirlo Blanco de Múnich, recrea una historia y unos personajes de ficción “pero inspirados en la vida real; sus protagonistas son perfectamente creíbles”.
El escritor, que probablemente visitará de nuevo Medellín el próximo mes de enero, cuando acuda como invitado al Hay Festival que se celebra en Cartagena de Indias, asegura que le encanta escribir para el público infantil y juvenil, un mundo que, dice, “me fascina”.
En breve saldrá a la venta su última obra, El botín de atolondrado, dentro de la colección Ala Delta, de un estilo “muy diferente” al premiado ayer por el Ministerio de Cultura, lleno de “un humor disparatado” y para un público algo mayor.
Barro de Medellín sitúa en primer plano a dos niños, Camilo y Andrés, que viven en Medellín; el primero, que sufre malos tratos de su padre alcohólico, quiere ser ladrón y pretende que su amigo se una a sus planes, aunque éste se niega.
La vida de ambos cambia cuando descubren el Parque Biblioteca y contactan con el mundo de los libros y la cultura.
Gómez Cerdá empezó a escribir a los once años y, aunque inicialmente se dedicó al teatro, a partir de 1982, cuando ganó el segundo premio El Barco de Vapor por su libro Las palabras mágicas, se inclinó ya por la literatura infantil y juvenil.
En 2001 obtuvo el Premio Assitej-España de Teatro por La guerra de nunca acabar.