De los 30 años que lleva en la Comisión Europea, el último ha sido “intensísimo, agotador”, pero valió “la pena” porque al final se logró el acuerdo con el Reino Unido. Clara Martínez Alberola, mano derecha de Michel Barnier en esa negociación “difícil”, “complicada” y “tensa”, es rotunda: “se acabó, aquí ya no se negocia nada, aparte de Gibraltar”.
“El protocolo (de Irlanda del Norte) no se negocia, el acuerdo no se negocia. Ya se acabó, aquí no se negocia nada, ya no se negocia nada, aparte de Gibraltar, eso sí”, subraya en una entrevista con Efe Martínez Alberola, la única mujer que ha sido jefa de gabinete de un presidente de la Comisión Europea.
Así de contundente se muestra la ahora jefa en funciones del Grupo de Trabajo para las Relaciones con el Reino Unido -el equipo europeo que negoció y logró en la Nochebuena pasada el Acuerdo Comercial y de Asociación- ante las actuales exigencias de Londres a Bruselas de revisar el Protocolo de Irlanda, un anexo del Acuerdo de Retirada firmado en enero de 2020 y que consumó el Brexit.
El Gobierno británico se escuda en la tensión social y política surgida en Irlanda del Norte durante las últimas semanas por los controles fronterizos y aduaneros que no existían antes del Brexit, y que comenzaron el 1 de enero de 2021, justo al acabar los once meses del periodo transitorio en el que el Reino Unido ya era un país tercero pero seguía disfrutando de las normas comunitarias.
“Nosotros estamos dispuestos a ayudar a encontrar soluciones prácticas, flexibilidad al máximo, que se facilite la vida de Irlanda del Norte, del Reino Unido y de Irlanda. Estamos dispuestos a flexibilizar al máximo, pero respetando el protocolo”, acotó Martínez Alberola (Valencia, 1963), experta en Derecho europeo.
El vicepresidente de la Comisión Europea Maros Sefcovic y el ministro de Gabinete del Gobierno británico, Michael Gove, que presiden el comité conjunto de supervisión del Acuerdo de Retirada, se han reunido ya dos veces para tratar de rebajar la tensión añadida por la decisión de la UE de introducir hace dos semanas controles a la exportación de vacunas, también en Irlanda del Norte.
Esa medida de activar la cláusula de salvaguarda del protocolo de Irlanda fue “un error muy grave” (“pero nunca se llegó a adoptar”, precisa la eurofuncionaria), ya que abrió la caja de Pandora en la que se había acumulado la tensión del “trauma” causado por este “divorcio” tras 47 años de convivencia y por la “sensibilidad a flor de piel” de ambos durante las negociaciones.
La cuestión de Irlanda del Norte
La UE está convencida de que el Gobierno de Boris Johnson utiliza la baza del resbalón que supuso el anuncio de este reglamento -surgido de la “urgencia” y del “exceso de celo” de la Dirección General de Comercio por controlar a las compañías farmacéuticas que producen las vacunas del covid- para tratar de renegociar las disposiciones acordadas respecto a Irlanda del Norte.
Johnson, deseoso de apuntarse una victoria política, en la que fracaso su antecesora Theresa May, accedió a que esa provincia siguiera en el espacio aduanero y el mercado interior de la UE.
Fue una “invención” técnica, jurídica y políticamente “difícil, algo “muy complicado” para un país, pero el Reino Unido lo aceptó porque “el Brexit ha sido siempre una cuestión puramente ideológica, no es económica”, dice.
Lo que ha pasado en Irlanda del Norte demuestra, según Martínez Alberola, dos cosas: que “en cualquier momento puede estallar” la tensión en esa provincia británica y “lo frágil que es” el protocolo, una solución “creativa” conseguida en el Acuerdo de Salida para situar la frontera entre el Reino Unido y la UE entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña, y no entre las dos Irlandas para salvaguardar los Acuerdos de paz de Viernes Santo en 1998.
Además, recuerda, este protocolo tiene que ser respaldado cada cuatro años por la Asamblea norirlandesa, que puede “darlo por terminado”.
Por eso está convencida de que “la cuestión de Irlanda del Norte será siempre difícil”, ya que los unionistas norirlandeses temen que a la larga el protocolo abone el camino hacia la reunificación de la isla.
La fórmula jurídica para Gibraltar es “muy complicada”
Si con Irlanda del Norte la UE fue capaz de ser “muy creativa” también tendría que ser posible alcanzar un acuerdo “especial” para la situación en Gibraltar, con un “modelo” que permita que la barrera entre España y la colonia británica “desaparezca” para la circulación de personas y de mercancías, como reza el acuerdo político entre España y Reino Unido del 31 de diciembre de 2020.
Eso es lo que ahora, a nivel interno, está preparando la Comisión “sin tocar temas de soberanía, sin tocar temas de seguridad ni de nada por el estilo”, pero “la fórmula jurídica es complicada, muy complicada”, ya que “no puede crear ningún precedente que ponga en dificultad las negociaciones con otros países terceros”, como por ejemplo Suiza, señala Martínez.
Ahora bien, en su opinión, “no debería ser imposible” alcanzar un acuerdo final entre la UE y el Reino Unido sobre Gibraltar, ya que no ve “ningún interés” en prolongar estas discusiones mucho tiempo, y salvo esa “fórmula innovadora” en estudio el resto básicamente es “reproducir” algunos capítulos del acuerdo de Nochebuena.
“Seamos claros”, dice, “al resto de la Unión Europea Gibraltar no debería preocuparle (...) Es un problema muy localizado, muy puntual, muy importante para España y los gibraltareños, pero sin grandes efectos económicos o políticos para el resto de Europa”.
El momento gin-tonic
En lo que sí que tiene que tener la UE “mucho cuidado”, además de con el protocolo de Irlanda en el Acuerdo de Retirada, es con que se respeten las reglas de competencia y otros asuntos en el Acuerdo Comercial y de Asociación. Por ello a partir del 1 de marzo se inaugura un servicio especial de 30 personas centralizado en la Secretaría General de la Comisión Europea para vigilar su correcta aplicación durante los primeros años, que sustituye a su grupo de trabajo.
Pese a las “turbulencias” del despegue, Martínez Alberola está segura de que el acuerdo “se aplicará normalmente, tendrá sus más y sus menos”, pero cuando la nueva relación con el Reino Unido alcance la velocidad de crucero “nos servirán el gin-tonic y los cacahuetes”, dijo parafraseando a Gove.
A ella, tras quince años en primera línea, junto a dos presidentes de la Comisión, el portugués José Manuel Durao Barroso primero y el luxemburgués Jean-Claude Juncker después, de quien fue jefa de gabinete (el puesto con mayor poder en la institución) y este último año de adjunta de Michel Barnier, lo que le apetece es “tomar un poco de tiempo” y pensar qué quiere hacer.
Siente que está en “un momento de cambio” que, en ningún caso, pasa por la política nacional, que es “tan dura, tan partidista”, y que “no mira mucho por el interés común”. “Los funcionarios europeos hacemos política europea” en el seno de una institución dirigida por una “gran coalición”, afirma.