Si uno tiene un hotel en Gran Canaria, desde hace tiempo, tiene experiencia en acoger. Recibir en sus instalaciones a viajeros de todas las partes del mundo y hacer que su experiencia sea agradable.
Cuando decidieron recibir a inmigrantes antes que cerrar y no poder mantener a la plantilla los miedos afloraron. Retiraron un cactus de la entrada por si podía convertirse en un arma en una pelea. Sin embargo, después de unos meses la palabra acoger tiene un significado más profundo para ellos: “es la primera vez que hacemos algo que sentimos tiene sentido”. “Lo otro era solo dinero”.
En el caso de estos dueños, un inglés y su mujer noruega, sus acogidos pueden recitar las palabras del poeta senegalés, Leopold Senghor: “Soñé con un mundo de sol en la fraternidad de mis hermanos con ojos azules”.
La mayoría no puede decir lo mismo, sobre todo los que permanecen en Las Palmas en el cuartel Canarias 50, viven en un campamento que se ha inundado dos veces de aguas fecales. Porque la vulneración de derechos humanos en Canarias no se corresponde con un Estado democrático y nos debería avergonzar a todos.
Después de tantos meses nada alivia, nada salva, en esos lugares donde se hacinan las personas. El sueño europeo queda a mucha distancia a pesar de poder verse a través de las vallas.
Procuramos alejarnos de la desgracia de los otros, olvidando que fuimos los otros, que muchos de los españoles que pasaron a Francia fueron encerrados en campos de concentración y que aún algunos sobreviven y pueden narrarnos la angustia de su experiencia.
Vemos la historia hacer círculos y rogamos que nos pille fuera del vórtice de la miseria, de la guerra, de los abusos, de la huida. Asustan los que caen y nos situamos al margen, hasta que la pandemia y la crisis económica hacen que los traigas a tu hotel, donde descubres que sólo son personas que han sufrido mucho.
La convivencia se hace fácil, tienen siempre ganas de ayudar, de contribuir. Entonces te preguntas por qué no se hace más, porque no se hace algo por solucionar esta situación. Ya no sientes que estás fuera, que estén tan lejos como un telediario.
Acoger, esa palabra cálida y redonda como un abrazo tiene ahora más sentido, todo el sentido.