A veces me pregunto cómo podemos convivir a diario con determinadas informaciones sin que nuestra sensibilidad de seres humanos haga que nos sintamos mal, pero lo cierto es que sé bien el motivo de esto. Una de las mejores y más habituales formas de conseguir que una mala noticia afecte menos al ánimo de quien la recibe es quitándole parte de su contenido emocional.
Por lo general no es posible atenuar las emociones ocasionadas por una mala noticia cuando la perdona está directamente afectada, sería como si la notificación del fallecimiento de un familiar se intentase suavizar quitándole importancia a la muerte o intentando que se olvide al difunto. Lo más probable es que la situación terminase mal.
Pero por otro lado están aquellos a los que una determinada mala noticia no les afecta directamente. En estos casos, ante las consecuencias de que puedan verse afectados de manera indirecta, es posible actuar directamente para atenuar (o adormecer) las emociones que ocasionen dicha mala noticia.
Lo cierto es que a los seres humanos no nos gusta sentirnos mal o agobiados, pero la realidad es que a todos nos afecta lo que le pasa a nuestro alrededor, aunque solo sea por aquello de “cuando veas las barbas del vecino afeitar pon las tuyas a remojar”.
Al analizar esto último nos damos cuenta de que no nos apetece remojarnos una barba que nos gusta y somos capaces de agarrarnos a lo que sea para no hacerlo, por lo que si manipulan la mala noticia (el “cuando veas”) y se nos ofrece la posibilidad de mirar hacia otro lado no dudamos en hacerlo.
No importa si es para salvar nuestra querida barba, para no sentirnos afectados por una pandemia que mata a diario miles de personas o para magnificar el efecto adverso de una vacuna frente al daño que causa un virus. Todo depende de cómo se manejen las cifras, aunque sean muchos los muertos y poco el efecto secundario de esa vacuna.
La reacción de la ciudadanía al conocer la realidad (por perturbadora que sea) depende en buena medida de cómo se le presente la información y a esta sin duda se le puede quitar importancia diluyéndola entre ingentes cantidades de cifras impersonales que son suministradas de una manera artera.
Es lógico que la muerte de un desconocido afecte menos que la de un ser querido, pero eso no implica que se muestre indiferencia ante la muerte y la ruina económica de decenas de miles de desconocidos, menos aun cuando hay posibilidad de que nos toque.
Dicen (aunque no es exactamente así) que a veces el avestruz cuando ve un peligro esconde su cabeza en el suelo. Una vez un niño me pregunto si en el zoo hay boquetes para los avestruces y yo solo supe contestarle que allí no los necesitan. Nosotros ni somos avestruces ni necesitamos escondernos de la realidad para que otros se aprovechen. Fuerza y salud.