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La escritura perpetua

El lobo cheli

Porque esta ‘Caperucita’ es una atmósfera. La función consigue que el espectador se sumerja en un sueño maravilloso

Publicado: 02/06/2021 ·
17:58
· Actualizado: 02/06/2021 · 17:58
  • Musical de Caperucita.
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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La Sala Sanpol de Madrid es un histórico templo del teatro infantil (ahora llamado familiar). Lleva lustros programando teatro para niños, ha creado una compañía de repertorio, y los espectáculos han crecido en calidad exponencialmente. Se ha convertido en un referente de primer orden para el teatro infantil en Madrid y en España. Y ahora representan ‘Caperucita-El Musical’: una auténtica joya. Esta Caperucita está conectada con el cuento de la tradición oral, que posteriormente recogieron en libro Charles Perrault y los hermanos Grimm, pero en ese bosque mágico que nos propone este espectáculo, donde habita un lobo singularísimo, un hada extremadamente sexi, Matusalén -un entrañable anciano que ha perdido la memoria y su lugar en el mundo-, en el que vigila Silverio -el guardabosques enamoradizo-, ese lugar, decíamos, con su ambiente inquietante y poético, y la música que lo recorre, recuerda permanentemente no al bosque que conocíamos de los relatos de Caperucita, sino que conecta con el excepcional bosque de ‘Sueño de una noche de verano’, de Willyams Shakespeare. Se trata, pues, de una función teatral excepcional.  

Porque esta ‘Caperucita’ es una atmósfera. La función consigue que el espectador se sumerja en un sueño maravilloso. Lo dirá la protagonista: “A veces los sueños pueden hacerse realidad y la realidad ser un sueño”. El espectáculo envuelve al público, algo muy difícil de lograr en teatro. Y lo hace a través de la música de Jaume Carreras, pero, sobre todo, de la colosal interpretación de todos, que cantan con buenas voces y culminan una interpretación de primer orden (los musicales, a veces, descarrilan en la curva actoral; aquí, ya está dicho, no). Resulta sensacional el lobo que compone Javier Enguix. Una gran creación. Un lobo cheli, lleno de sentido del humor, de vis cómica, optimista, irónico, salvajemente humano: un lobo que remite a aquella canción de “oye mi amor, ¿soy yo tu lobo?”. Lo dirá Caperucita: “Ha sido un lobo muy simpático”. Destacan todos, decíamos, también Anabel García, la protagonista, y Belén González, el hada llena de ritmos y sensualidad.

Unos y otros recibieron una prolongada ovación del público al finalizar el espectáculo. Y algunas niñas, a la salida del teatro, decían que ellas querían ser el lobo. Cosas, sí, de estos nuevos tiempos de la sociedad y del teatro. Porque esta es una Caperucita teatral sublime. Y el lobo, un crack. Un lobo cheli.

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