Ahora más que nunca, nuestros actos deben estar acompañados de la suficiente responsabilidad como para mejorar el porvenir de los niños. Que lo que hagamos en el presente trascienda al futuro para repararlo y construirlo. Conviene recordar que el 12 de noviembre de 1997, tras más de 20 días de reuniones, Naciones Unidas aprobó y redactó "la Declaración sobre las responsabilidades de las generaciones actuales para con las generaciones futuras". Un texto preocupado por el medio ambiente y la falta de recursos del planeta pero, también, por la educación, la salud e, incluso, la perpetuación de nuestra especie. A raíz de esto, se fueron tomando varias iniciativas y una de ellas fue la creación de la figura del defensor/a de las generaciones futuras en las diferentes administraciones. Actualmente, en la provincia de Jaén, ya son al menos 14 los municipios que cuentan con este cargo que defiende los intereses venideros de los que no votan ni compran. En cuanto al asunto que nos concierne en esta sección que, aunque a veces no lo parezca, es la música; hoy tengo el difícil cometido de escribir sobre su género más importante, el que trasciende para mejorar el porvenir de nuestros hijos: la música infantil. Si hay quien piensa que el "efecto Mozart" desarrolla y agranda el cerebro de los bebés, después, durante la más tierna infancia, hay que llenarlo de ilusión que potencie su creatividad, de conocimientos que activen su curiosidad y de ánimos que llenen las reservas de su confianza. Un experto en ocuparse de todas las responsabilidades que conlleva este género y, por todo lo dicho, un buen defensor de las generaciones futuras, no es otro que nuestro coreógrafo y cantante más "espapirifáctico", Raúl Charlo. Este showman infantil, por culpa de la pandemia, no pudo promocionar el año pasado los dos temas nuevos y sus vídeoclips que, con motivo del comienzo del curso académico, había editado. Ahora, llegando a una cierta normalidad gracias a la vacunación, retoma el trabajo y, aprovechando que esta semana han empezado las clases, nos presenta por fin "Me mola el cole". Una canción de "Dance pop" alegre y motivadora que los más pequeños de la casa podrán disfrutar, bailar y encontrar los atractivos alicientes de esta fundamental etapa escolar tras el largo período vacacional. También lanza "Fiesta en el Sistema Solar" en la que, con todo tipo de efectos electrónicos, los colegiales aprenderán a la primera escucha los nombres de unos planetas bailando alrededor del Sol que, por supuesto, no es otra cosa que una bola de discoteca.
Las niñas y niños, como todas las personas, necesitan de la música para su desarrollo y tienen derecho a tener la suya específica. La que les agrada, la que habla sobre ellos y la que les acompaña en su momento vital. De esta manera, sería muy positivo que sonaran las canciones de Raúl Charlo en todos los hogares donde haya restos de chucherías debajo de los sillones y marcas de dedos en los cristales de las ventanas. Además, sería genial si las cantáis y bailáis junto a vuestros hijos porque, como dijo el psicoterapeuta Ben Furman, "nunca es tarde para tener una infancia feliz".
Me emociona conocer a un artista cuya enorme vocación y máximo respeto por su público le obliga a ser muy metódico en su trabajo. Por eso, aunque él crea que sólo le llamo para hacer el seguimiento de sus proyectos, lo cierto es que me encanta preguntarle porque siempre encuentro respuestas como - "la nueva canción va a ser muy potente"- y, por su tono, parece que estoy hablando con el excelso guitarrista de una banda de rock duro. O cuando me dice: - "Valle, tú fíjate cómo la mezcla de colores y los destellos cambian con la coreografía en el videoclip" - y entonces, si cierro los ojos, puedo imaginar que escucho al productor audiovisual de un nuevo Michael Jackson. Pero no, se trata de un cantante de niños y el entusiasmo y la dedicación que derrocha son por y para ellos. Así pues, quiero agradecer a Raúl Charlo su talento, su esfuerzo y que continuamente me recuerde que, ahora más que nunca, nuestros actos deben estar acompañados de la suficiente responsabilidad como para mejorar el porvenir de los niños.