La casa refleja el gusto de la época por el embellecimiento mediante el uso de las artes decorativas, así como por la mezcla de estilos y la recuperación historicista de las corrientes arquitectónicas del pasado. Este eclecticismo es especialmente acusado en el interior, donde predominan las estéticas neorrenacentista, neomudéjar e isabelina, además de la recreación de los estilos franceses Luis XIV y Luis Felipe.
El inmueble, de planta rectangular en torno a un patio y con fachada de factura sencilla, sin decoración ni ornamentos, presenta como elementos más destacados las dos portadas de piedra del patio (posiblemente realizadas con piezas de acarreo), los paños de azulejería de Triana (siglos XVII y XVIII), los azulejos de Alcora y las yeserías de sus paramentos, donde se mezclan motivos ornamentales de inspiración gótica, renacentista y romántica.
De igual modo sobresalen los artesonados con decoración policromada de lacería, las pinturas murales de algunas de las estancias, el conjunto de chimeneas y la colección de guadamecíes o cordobanes policromados de la biblioteca de la planta baja.