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Desde el campanario

Como decíamos ayer

Este regreso es un símil de ese teórico vehículo que dejamos aparcado en el garaje con 513 kilómetros y al cabo de doce años volvemos a utilizarlo

Publicado: 08/02/2024 ·
15:07
· Actualizado: 08/02/2024 · 21:20
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Autor

Francisco Fernández Frías

Miembro fundador de la AA.CC. Componente de la Tertulia Cultural La clave. Autor del libro La primavera ansiada y de numerosos relatos y artículos difundidos en distintos medios

Desde el campanario

Artículos de opinión con intención de no molestar. Perdón si no lo consigo

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Aunque sea solo por hoy, me apropio de la ingeniosa frase de Fray Luis de León para reiniciar mi colaboración perseverante en este querido medio informativo. Todo ello, en el supuesto caso de que fuera el ilustre poeta agustino quien acuñara en origen la cita, ya que he leído por ahí que trescientos cincuenta años después -primavera más, primavera menos- podría haber sido don Miguel de Unamuno quien realmente la troquelara sin escoplo ni buril. Incluso hurgando en la semántica de tal locución, hay quien dice que ni el uno ni el otro. Que el artesano de semejante chispa fue San Juan de la Cruz, alumno del fraile conquense. Si no me engaña la sesera, me suena a Pedro Sánchez, praeses imperium, quien se ha sacado de la chistera esta otra autoría para venir a complicar más las cosas, algo muy característico dicho sea de paso del gremio administrativo, al que no vendría mal recordarle aquello de zapatero a tu zapato que, a propósito de autorías, no fue ningún monarca quien lo registró en la propiedad intelectual, sino el pintor de la Grecia Clásica Apeles, pretérito antepasado de aquel polemista Padre con sotana y clériman del que cada cual piense lo que quiera. Mejor así.

Volviendo a mi reanudación editorial, y ante la carencia de técnicas más originales, recurriré a la rústica usanza para saludar a Paco Melero y Adelaida Bordés, estoicos supervivientes de mi precedente ciclo colaborador, y decirles simplemente que me siento muy a gusto franqueado por su compañía. Lo de José Antonio Jiménez Rincón ha sido una gran satisfacción. Si no me ando con cuidado casi nos tropezamos en la puerta de la redacción. Al resto de colaboradores no tengo el gusto de conocerlos, pero estaré encantado de ello en cuanto la ocasión sea propicia.

Me fugué de estas páginas allá por 2012 pero no empiezo de nuevo. Este regreso es un símil de ese teórico vehículo que dejamos aparcado en el garaje con 513 kilómetros y al cabo de doce años volvemos a utilizarlo. Su motor ya no parte de cero.

Saludo a mi amigo José F. Cabeza al que agradezco su contribución para que este apetecido retorno se haya hecho real.

Imposible olvidar a los compañeros que ya no están. Rafael, Carmona, Tuero, Carrillo, Pepe Cervera que me descubrió que un almirante solo es un guardiamarina que ha llegado a viejo. Genial.

Otros si están, pero no los veo. Luisa, Sandra, Agüi que me encuadernó todos mis artículos cuando la lectura digital estaba por llegar aún.

En memoria de Antonio Atienza queda el apelativo de mi blog. De él fue su idea y por él lo mantengo. Será una forma de no perder nunca de vista a ese lebrijano especial que no aprendió nunca a decir NO y que me tildó de escribidor cierto día que le dije que la palabra escritor la veía de talla grande para mí.

 

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