Los cofrades y los hoteleros y hosteleros habrán maldecido la lluvia en la Semana Santa. Con toda la razón del mundo porque se quedaron sin recompensa tras un año entero esperando, respectivamente, a sus procesiones de imágenes y de turistas llegados de todo el país o del extranjero. La mayoría de Cristos y Vírgenes no completaron sus estaciones de penitencia. Recogidos en sus templos permanecieron, al igual que muchos visitantes suspendieron sus viajes previstos inicialmente atraídos por los pasos o por las maravillosas costas andaluzas.
Dicho esto, y empatizando con las expectativas insatisfechas de unos y otros, estas lluvias abren un horizonte económico de esperanza para que Andalucía despegue en todos los indicadores de crecimiento como nunca antes lo hizo con el PP en el Gobierno andaluz. Con las correntías que subirán aún más el agua embalsada en los pantanos –que tienen a día de hoy más líquido almacenado que hace justo un año-, no podremos tirar cohetes y dar por finiquitada la sequía, pero sí permitirá que los comités de sequía alejen esta semana las amenazas de restricciones en los próximos meses para el consumo humano, para el turismo y para el campo andaluz que luce verde en las últimas semanas como hace años no ocurría.
Así las cosas, y con las buenas previsiones de cosechas que las organizaciones agrarias no quieren avanzar aún en voz alta, caerán en saco roto las previsiones económicas discretas que apuntaban que Andalucía no convergería en 2024 con la economía nacional casi exclusivamente por el impacto de la sequía. Sin ir más lejos, el reciente informe sobre la economía andaluza que firma el BBVA Research confirma que después de crecer tres décimas menos que la media nacional el año pasado, en este ejercicio empataremos con el resto del país, lo que no nos permitirá recortar la distancia que nos separa del conjunto de España.
Los expertos economistas achacan este comportamiento económico en nuestra comunidad a los efectos de la escasez de lluvias y sus efectos negativos en la producción agroalimentaria y las exportaciones, así como en cierta incertidumbre que pueda despertar en el sector turístico. A ese asidero se ha agarrado la Junta de Andalucía para lamentar que el ejecutivo del presidente Moreno Bonilla no haya logrado mejores indicadores socioeconómicos desde que es el inquilino del Palacio San Telmo. Claro que, con toda la cautela posible, ahora que la sequía es menos sequía, la economía andaluza debería tumbar todas estas previsiones austeras y demostrar que con el PP y con lluvia… Andalucía es imparable.