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El cementerio de los ingleses

Y empezó la fiesta

La ardilla con máscara de Anonymous ha resultado ser como aquella rosa podrida o esas gaviotas genovesas

Publicado: 29/09/2024 ·
18:41
· Actualizado: 29/09/2024 · 18:41
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Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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No hay cosa que más me fastidie que las frases hechas. Cuando un camarero se queja de sus condiciones laborales, siempre habrá algún iluminado que quiera quitarle la razón al son de “haber estudiado”. Cuando a alguien que lleva tiempo en un puesto de trabajo le surge una duda, alguien dirá que “eso ya tendrías que saberlo”, lo cual resulta humillante y no resuelve la duda. Cuando al político que no tragamos le pillan en un renuncio que huele a corrupción, no tardará en oírse que “todos son iguales”. Si le pasa al que hemos votado, diremos que “es que van a por él”. Al final, en todos estos ejemplos, obviamos las circunstancias y pormenores porque la frase hecha es mucho más cómoda y nos permite zanjar el asunto para ponernos a otra cosa. El caso de Alvise Pérez resulta ser un presunto (hay que decirlo, que si no...) botón de muestra para algo que ya sabíamos: la política es un nido de víboras que mueve cantidades indecentes de dinero. Y, como decía mi abuela, “quien vive entre la miel, raro es que no moje el dedo”.

El líder de Se acabó la fiesta ha empezado con la suya en el momento en que ha podido medir la ciega fidelidad de sus votantes desde el primer momento en que se convirtió en eurodiputado. Empezó con su renuncia a una escolta y al coche oficial, lo cual suena de maravilla... si no fuera porque los eurodiputados no tienen escolta ni coche oficial. En definitiva, una prueba de fuego sobre nuestra ignorancia del sistema, aplaudiendo unarenuncia vacía. Renunciar a lo que no se tiene, ¡bravo! Cuando Alvise fue condenado por difundir imágenes de Ana Pastor en una comida con su esposo, García Ferreras, y Óscar Camps, fundador de Open Arms, el agitador de ultraderecha se defendió diciendo que se trataba de un lugar público. Sin embargo, esto no es del todo cierto: en realidad, se trata de un lugar privado aunque expuesto; la única dispensa para poder difundir esas imágenes es el interés periodístico. Por una parte, Alvise no es periodista; por la otra, sólo una de las tres imágenes contaba con esa dispensa para ser publicada. Las otras dos era la de una matrimonio comiendo en un restaurante.

Pues, aún así, sus partidarios no caen de la burra sobre su salvador, pese a ser un delincuente condenado. Ahora, el estrambote ha llegado al punto de probarse mediante unos audios que su señoría ha trincado como hicieron tantos contra los que venía a luchar. Un empresario, a la sazón estafador piramidal, ha denunciado al político al que quiso untar para legislar a su favor. El potencial cohecho (aún no tenía cargo alguno) y la financiación ilegal son hechos demostrados pese a que aún no hay sentencia (hechos verídicos que hemos de calificar como presuntos por imperativo legal). Cien mil euros en negro que Alvise ha justificado como una especie de insumisión fiscal, afirmando que «soy culpable por ser autónomo» y echando la culpa al sistema y a los impuestos.

Como si no hubiera autónomos y empresarios prosperando pese a ese robo que denuncian aquellos para quienes los impuestos de los que se quejan se equiparan con mera calderilla. En fin, querido lector, ya queda a tu simpatía o interés si todos son iguales o es que van a por él. Decía venir a terminar con la corrupción y aceptó un soborno para financiar su campaña. Renunció a lo que no tenía y le aplaudieron. La ardilla con máscara de Anonymous ha resultado ser como aquella rosa podrida o esas gaviotas genovesas. Y, aún así, algunos lo defienden. No, no se acabó la fiesta. De hecho, parece que acaba de empezar...

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