El mapa de los supermercados y tiendas de Paiporta, una de las localidades de Valencia más afectada por la dana, ha cambiado por completo: ahora puestos ambulantes proveen gratuitamente a los vecinos en algunas de las calles más amplias y el auditorio se ha convertido en un mercado municipal. En general hay lejía, pero faltan jabón y productos frescos.
En la calle Mestre Serrano y en general diseminados por todo el pueblo hay varios de estos puestos. Unos 'especializados' en comida, otros en productos de limpieza y otros a modo de colmado tienen un poco de todo.
Son tres o cuatro mesas tambaleantes con paquetes de galletas, pastas o legumbres secas pero presididas sobe todo por centenares de botellas amarillas de lejía. Las hay de todas las marcas y tamaño. Ahora vale para todo, para limpiar el suelo y las paredes. Tras dos semanas de barro, ademas de matar bacterias, deja un olor que ofrece cierta paz.
“La gente la usa para todo”, explica a EFE Mabel, que se ha puesto al mando de uno de estos puestos. Usa como improvisado almacén la tintorería que tiene en el bajo de su edificio una amiga a la que su marido y ella tuvieron que rescatar la fatídica noche del 29 de octubre.
“Como ella no iba a abrir le dije que me dejara el local y aquí estamos”, relata tras el improvisado mostrador. Sin perder el hilo recita los excedentes y las faltas como si se lo explicara a un proveedor.
“Falta jabón de lavadora y pasta para pegar las dentaduras de las personas mayores. Champú para la ducha, palos para las escobas y fregonas y escurridores, que se rompen muy pronto”, razona.
Pide que haya cierta cabeza a la hora de enviar ayuda. “Sobran pañales y faltan empapadores para los mayores. Que no manden medicamentos, que no los podemos dar ni nos los cogen en las farmacias. Ah, y el café y el aceite vuelan”, afirma.
También que se reparta con generosidad a quien menos tiene o a quien lo tendrá más difícil para acceder después. “Cuando os vayáis dentro de unos días seguirá sin haber tiendas y habrá muchas personas sin coche que no podrán ir a comprar. ¿Qué problema hay en que tenga diez botellas de lejía?”, se pregunta.
Tras dos semanas 'atendiendo' sabe que hay pequeños colectivos de los que es difícil acordarse en estos momentos: celiacos, diabéticos y todos aquellos que siguen alguna dieta específica. “Están comiendo muy mal”, lamenta.
En la zona antigua no se ve un solo comercio abierto y en la nueva, apenas tampoco. Incluidos los grandes supermercados. En cambio, centenares de personas se agolpan con sus carritos junto al que era flamante auditorio de la localidad.
En parte van porque, en su puerta, la oenegé del chef José Andrés reparte diariamente comida caliente y ahora mismo un plato de paella, una fideuà o unas lentejas son, allí, un lujo accesible. Por si acaso también junto a esa cola han dejado decenas de botellas de lejía.
Allí también hay muchos que han ido a lo que antes era hacer la compra. Ya nadie mira el póster con la programación cultural que había para este otoño/invierno, sino en qué pasillo está el agua embotellada, que ahora no falta, o los frescos, que escasean más.
A modo de supermercado a granel, este es uno de los pocos puntos en los que se puede conseguir fruta o algo de verdura, aunque no hay mucha. Al menos, lejía no falta.