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El Loco de la salina

A Carmen Rodríguez Rodríguez

También sé que lo tuyo era caminar y caminar, y ahora vas a tener a tu disposición los infinitos caminos del cielo

Publicado: 07/04/2025 ·
00:34
· Actualizado: 07/04/2025 · 00:35
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Carmen, estoy seguro de que leerás, entre los sueños que reparte la muerte, estas líneas que te dedico. Pasan por mi loco pensamiento muchas ráfagas de tiempos pasados y presentes, y me invade una profunda tristeza. Siento que te vayas a ir tan pronto, ahora que podías haber disfrutado mucho más tiempo de tu jubilación. Sé que fuiste una buena maestra, paciente, ilusionante para los niños y rebosante de vitalidad. También sé que lo tuyo era caminar y caminar, y ahora vas a tener a tu disposición los infinitos caminos del cielo. No hace falta que te diga que te echaremos muchísimo de menos. Te has adelantado demasiado pronto a todos los que aquí quedamos pidiéndole explicaciones al destino, que sigue siendo mudo. En el manicomio somos más bien pesimistas, pero tú nunca te has dado por vencida y has tirado hacia delante con un ánimo envidiable. Disfrutabas de enormes ganas de vivir y de encontrarle a la vida ese lado fantástico que nos aleja del malhumor. Por eso, quiero darte las gracias, por enseñarnos a ver el lado positivo de las cosas.

Son muchos recuerdos los que ahora llegan a mi cerebro. Desde el Coro Colorín-Colorao (1988) han pasado muchos años y parece que fue ayer cuando junto a Antonio Montiel, tu Pepito Grillo, íbamos a Cádiz a volcar nuestras gargantas y a luchar por la presencia de la mujer en el Carnaval. Después de un paréntesis de malos entendidos, comenzamos a salir juntos los dos matrimonios, y nuestra amistad se hizo cada vez más entrañable. Aparte de tu familia, Mari Pepa y mi mujer Niní han sido junto a ti como un triángulo inseparable de alegrías y de encuentros, de más sonrisas que lágrimas. Las partidas de cartas sin ti ya no serán lo mismo.

Llevo en la mente grabada aquella mañana de este verano pasado, en la que me despisté en la playa y pensé que lo mejor era volver a Cortadura a esperar que aparecieran mi mujer, Antonio Montiel y tú, que en ese momento me buscaban desesperados. Al cabo de una media hora de espera veo venir por la orilla hacia mí un coche de la policía. Para mi sorpresa, dentro y haciéndome señales, venías tú entre los dos policías con una cara radiante de alegría por dar conmigo y por borrar del pensamiento la angustia de mi desaparición. Porque recuerda que íbamos a la playa diariamente a caminar por la arena desde Cortadura hasta Santa María del Mar. Allí nos bañábamos junto a las rocas, y vuelta a Cortadura. Sin embargo, cada día te aparecía un pequeño dolor que poquito a poco te ha ido llevando a las puertas de la muerte.

Tenías una pasión enorme por ir de compras y por andar de gitano en gitano. a ver si encontrabas algo que te llamara la atención. Siempre venías con alguna prenda y con el rostro iluminado de alegría por haber encontrado la ganga del siglo. Y no digamos nada de tu afición amarilla por el Cádiz, al que siempre animabas a pesar del calvario que te hacía pasar cada domingo.

Carmen, espero que, a pesar de las dudas que tenemos sobre el más allá, se cumpla lo que decía Platón hace ya muchos siglos: Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo. Es lo que este loco te desea fervientemente.

Y no te preocupes, que Antonio, tu gordo, que ha estado siempre a tu vera en tantos meses de dolor, contará con nuestra ayuda para superar estos momentos de eterna separación. Un besito.

 

 

 

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