Slogan del encuentro en formato mesa redonda sobre dependencias que MARGENES Y VINCULOS desarrollará desde las 11,30 horas, el día 23 del presente en el auditorio de la FACULTAD UNIVERSITARIA DE ENFERMERIA de la Universidad de Cádiz (UCA) en Algeciras. Su contenido: Dependencias. Palabra contundente que poco de positivo conlleva. En la actualidad, y con el tiempo, las personas se van haciendo dependientes sin quererlo, ni pretenderlo. Inconscientemente acaban limitadas por los hábitos que obstaculizan el crecimiento humano. Hábitos que, en el constante actuar, se generan y que de forma cotidiana se adquieren bloqueando cualquier resquicio de autonomía. Personas que van enfermando a fuerza de habituarse a la dependencia, encerradas en una espiran laberíntica que empuja cada instante más a hundirse en la nada. La anulación del entendimiento, la enajenación de la voluntad, la pérdida de memoria, otrora potencias del “alma”, quedan derrotadas por la dependencia, anulando toda esperanza de poder sobreponerse. ¡Y qué difícil y complicado es salir de ella! ¡Y que fácil asumirla! Normalmente para ayudar a superar la dependencia se aplican programas que las personas pueden seguir y de esta forma tomar las riendas de su realidad. Se entiende que la educación es un recurso importante para evitarla, prevenirla e incluso superarla. Pero convendría preguntarse en qué medida el paso de las personas, que acaban dependientes, por el sistema educativo ha colaborado en fraguar estas personalidades dependientes.
Reconocida la enorme influencia de los entornos en el desarrollo de la personalidad. La infraestructura (cómo se vive) condiciona fuertemente la superestructura (cómo se piensa). Factores psico-afectivos, sociales-económicos, conforman el “entorno” donde la personalidad de cada cual se construye. Se suele decir que para educar en la infancia se precisa de toda una tribu. Y bastante de verdad parece haber en ello. La personalidad de cada cual es la resultante de un conjunto muy amplio de influencias, de interacciones entre quien se “educa” y es “educado”; entre quien se forma y es “conformado”. Y ello se complica aún más en función de las vías que se usan para insertar a la persona en por un lado en la “cultura”, la que le rodea, y por otro, en la CULTURA, la del patrimonio común de la sociedad donde se vive. Uno de los primeros entornos de convivencia social, en el que niñas y niños se sumergen, es la escuela materno-infantil par pasar a la escuela primaria, secundaria… En algo más de 14000 horas un infante atraviesa los 15 años de formación académica que le llevan desde la etapa infantil hasta obtener una titulación bien de bachillerato o de formación profesional. Hay quienes dejan la escolaridad de forma abrupta, absteniéndose de asistir al centro educativo. Andrea Bouzón e Izabela Zych, -Universidad de Córdoba- han realizado una investigación sobre “Variables Escolares y Consumo de Drogas en la Adolescencia y Adultez: un Estudio Retrospectivo” https://journals. copmadrid.org/psed/art/psed2023a11. “el objetivo de esta investigación ha sido comprobar si las variables escolares se relacionaban con el consumo y el juego, tanto en la adolescencia como en la adultez, a través de un estudio retrospectivo.”… “Los resultados indican que presentar un buen rendimiento académico y contar con un clima escolar positivo actúan como factores protectores del consumo de drogas, mientras que un elevado absentismo escolar y conductas problemáticas son factores de riesgo. Además, esta relación continúa en la adultez.”
Parece más que oportuno revisar el funcionamiento del sistema académico educativo al objeto de identificar aquellos aspectos que promueven el absentismo. Salvo casos muy desestructurados, la primera infancia prácticamente está ausente del absentismo escolar. Y conforme avanza la educación primaria este aumenta, llegando a manifestarse como un fenómeno preocupante en la educación secundaria. Quienes abandonan el sistema escolar no se encuentran bien asistiendo al instituto. De hecho una buena parte del alumnado, incluso quienes obtienen buenos resultados, muestran una “hartura de escuela” a los pocos años de escolarización primaria, fenómeno que va a más en la etapa secundaria. ¿Algo habrá que hacer? Y no parece que con la aplicación de programas de prevención, desde hace décadas tanto para el absentismo como las dependencias, el fenómeno no disminuye. Quienes se dedican a la política educativa suelen pretender mejorar las cifras de abandono escolar. Estas se obtienen de datos de matrículas, registros de asistencia y de evaluaciones finales, sin percatarse de que hay un buen número de alumnas y alumnos que están ausentes, a pesar de asistir todos los días. En sus mentes infantiles y juveniles no acaban de comprender que se les requiera hacer aquello para lo que no están capacitados. Peor aun cuando llegan a la conclusión de que ¡que no están capacitados! ¡que no son “aptos”! La educación debería precisamente identificar las aptitudes que sin duda estas “criaturas” tienen y hacerlas crecer. El currículum escolar, por muy flexible que se pretenda hacer, siempre supone establecer listones académicos que un buen número de personas simplemente no pueden superar. Y si en cada escalón del sistema este proyecta en esas niñas y niños el que no son “aptos”, “no son capaces”, “son inhábiles”, y otros adjetivos más fuertes y menos adecuados…¿Qué dónde puede llegar ese niño o esa niña? La carencia en habilidades sociales, la falta de autoestima… se convierten en la madre de las dependencias: La dependencia emocional. ¿Qué ha sido de la “Compensatoria? ¿Igualdad de oportunidades? Se precisa con urgencia una revolución escolar que considere a los centros educativos como “agentes de desarrollo comunitario”. Insertos en la vida de sus barrios, en sus entornos, donde docentes estables, colectivos de padres y madres, asociaciones ciudadanas y vecinales, participen en la educación de los hijos e hijas del barrio. Y de esta forma la educación de niñas y niños se habrá gestado por “toda una tribu”. Una “tribu” que asume el inmenso patrimonio cultural que le han legado las anteriores generaciones, integrando en él la propia cultura del barrio, “más pequeña”, pero la suya. Un camino para la cohesión social, para la convivencia solidaria. Sentir el orgullo de ser persona y pertenecer a ese proyecto comunitario, es sin duda el mejor antídoto contra todas las dependencias.
Fdo Rafael Fenoy