Aunque inicialmente lo parezca estas líneas no van sobre sucesos imprevistos o inesperados que requieren atención inmediata, ni sobre estados críticos que precisan una respuesta urgente, o quizás sí. En la teoría de sistemas, la emergencia hace referencia a la aparición de propiedades o comportamientos nuevos en un sistema que no pueden explicarse solo por sus partes individuales, sino que emergen de la interacción entre ellas. Esta teoría nos ayuda a comprender la realidad asumiendo que todo está interrelacionado y que la interdependencia existe, aunque no se reconozca.
Es más habitual escuchar el término sinergia, que se ha popularizado como si fuera algo mágico e instantáneo que permite producir resultados mayores que los esfuerzos aplicados. No hace falta más que echar un vistazo a la realidad para darse cuenta de que no es así. Además, para que se produzca la sinergia hace falta la cooperación entre las partes del sistema, para que se genere un resultado mayor que la suma de sus partes individuales, y demasiadas veces lo que hay es confrontación, anulándose los esfuerzos.
La emergencia nos ayuda a entender la realidad, ya que la interacción entre las partes de un sistema puede hacer aparecer propiedades o aspectos positivos, pero también negativos. Los sistemas pueden tener inercia y ser resilientes a los fallos, pero hasta cierto punto. Poner a varias personas que no saben de algo a gestionarlo no hace emerger precisamente genialidades. Es más probable que se refuercen sinérgicamente en su incapacidad, y lo que emerja sea difícil de prever y más complicado de afrontar. Cualquiera puede cometer un error, pero para meter bien la pata y cargarse algo hacen falta más personas que interaccionen. Algunas que cometan el error, otras que lo amparen y lo oculten, otras que lo justifiquen y defiendan, y otras que sean impasibles y no reaccionen.
Lo bueno que tiene Jaén es que aquí las emergencias tardan en aparecer y son menos urgentes. Los sucesos no son inesperados, sino muy esperables, y la atención inmediata puede suponer años o décadas. Con echarse la culpa entre unos y otros se adormece el problema. Como muestra tenemos el apagón. No tener redes eléctricas potentes hizo posible que no se vieran afectadas las industrias que las necesitan porque no las tenemos. También nos permitió que el tráfico ferroviario se viera poco afectado porque tenemos pocos trenes, y que el tranvía ni notara que no había luz. Estamos tan acostumbrados a la falta de luces por estas tierras que ya pocas cosas extrañan.