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Viernes 23/05/2025
 

Relojes de arena

Sencillos, pero no mucho

Es increíble el hambre que hay en el mundo actual de ceremoniales como el demostrado esos días

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  • Robert Prevost. -

Cuarto día del pontificado de León XIV y gran parte del mundo aún sigue perplejo por la escenografía del Cónclave del que salió elegido el estadounidense como cabeza de la Iglesia universal y jefe del Estado Vaticano. Es increíble el hambre que hay en el mundo actual de ceremoniales como el demostrado esos días, pues lo mundano nos ha fallado y hay sed de entrar en contacto con lo transcendental. Necesitamos del rito para transitar lo misterioso.

Que León XIV apareciera en la plaza de San Pedro con la muceta roja, la estola papal y una cruz pectoral dorada repleta de reliquias de santos agustinos es toda una declaración de intenciones. Con más o menos acierto, gobernará la Iglesia y el Estado que se le confía, que no le será nada fácil, aunque al menos demuestra saber cuál es su lugar, lo que refleja un respeto por todos aquellos que ya no verán en él al cardenal Prevost, sino al sucesor de San Pedro.

En este mundo de circunstancia y anécdota, la tradición y el rito se hacen más que necesarios, lo cual no está reñido con la sencillez. Eso sí, bien entendida. No hay nada más cargante que alguien que pretende diferenciarse del resto por su supuesta sencillez, generando gestos tan ampulosos como ridículos.

Ese padre que, abandonando su rol, pretende ser el colega de su hijo será el mismo que, días más tarde, tendrá que ir a recoger al chaval del despacho del director porque no ha entendido muy bien que debe un respeto al profesorado y no puede enseñarles el trasero. O ese jefe “enrollado” que es amigo de sus subordinados, o eso cree él, pero tendrá que decirles que tienen vacaciones indefinidas cuando los ajustes laborales de la vicepresidenta del cohete hagan de las suyas. Te manda a la calle, pero es “enrollado”; por ahí se va a salvar.

Los símbolos, lo estético, la jerarquía…, en definitiva, el orden en el hecho social es fundamental. Tratar de hacer ostentación de la sencillez no deja de ser un acto de extrema soberbia. Todas las personas necesitamos referentes que encarnen un ideal al que aspirar, y si quienes deberían ejercer esa función —padres, profesores, directivos, líderes en general— no lo hacen, las generaciones venideras tendrán que llenar ese vacío con instagramers, tiktokers, youtubers, streamers y demás indocumentados con millones de seguidores. Y así nos va.

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