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Confirman el segundo sonido: el calor que viaja como ondas en vez de disiparse

Durante décadas, el calor se ha descrito como una energía que se disipa lentamente desde zonas más calientes hacia las más frías

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  • Laboratorio. -

En un laboratorio del MIT, un equipo de científicos ha logrado observar un fenómeno que desafía nuestra comprensión tradicional del calor: el "segundo sonido", una forma en la que el calor se propaga en forma de ondas, similar al sonido en el aire. Este descubrimiento, realizado en colaboración con el Comisariado de Energía Atómica (CEA) y la Universidad de Grenoble Alpes, abre nuevas posibilidades en el estudio de los materiales y la transferencia de calor.

Durante décadas, el calor se ha descrito como una energía que se disipa lentamente desde zonas más calientes hacia las más frías. Lo aprendimos en el colegio, lo damos por sentado al calentar una taza de café. Pero lo que este experimento ha confirmado es que, bajo ciertas condiciones, ese calor no fluye como un líquido que se derrama, sino que pulsa, vibra, viaja como una onda, de forma análoga al sonido. Lo han llamado "segundo sonido", y aunque fue predicho teóricamente hace tiempo, hasta ahora nadie lo había observado con tanta claridad y precisión.

El hallazgo ha tenido lugar en un entorno que, en sí mismo, parece sacado de una novela de ciencia ficción: el helio-4 superfluido, un estado de la materia que solo puede alcanzarse a temperaturas cercanas al cero absoluto. En esas condiciones, el helio deja de comportarse como un líquido convencional y adquiere propiedades casi mágicas: puede escalar paredes, fluir sin fricción, y ahora también, conducir el calor como si fuera un sonido.

Al inyectar calor en este extraño fluido, los investigadores no vieron una simple difusión térmica. Vieron una onda, una perturbación perfectamente estructurada, que viajaba a unos 15 metros por segundo. Esa velocidad, ese comportamiento, no tenía sentido si uno se atiene a la visión clásica de la termodinámica. Era, sin duda, el segundo sonido.

Para entender la magnitud de lo que se ha observado, hay que tener presente que este fenómeno no ocurre en nuestro entorno cotidiano, ni siquiera en la mayoría de laboratorios. Requiere de condiciones tan específicas —temperaturas ultra frías, materiales cuánticos, control extremo del entorno— que su estudio ha sido hasta ahora más teórico que experimental. Pero gracias a nuevas técnicas y equipamiento de alta precisión, este equipo ha logrado medir y visualizar ese comportamiento exótico, que nos recuerda que el universo sigue escondiendo secretos que ni siquiera sabíamos cómo buscar.

Este descubrimiento no solo es un avance teórico. Tiene implicaciones prácticas de enorme valor. En un mundo cada vez más dependiente de tecnologías que operan a escala nanométrica y en condiciones extremas —como los superconductores, los procesadores cuánticos o los sistemas de enfriamiento ultrarrápido—, entender cómo se comporta el calor de manera no convencional puede suponer una revolución.

Porque si logramos manipular el calor como una onda, tal vez podamos transportarlo con mayor eficiencia, evitar pérdidas energéticas o incluso diseñar materiales térmicamente inteligentes, capaces de controlar la temperatura interna como un músico controla una nota. Las aplicaciones, aunque aún lejanas, son tan prometedoras como misteriosas.

Este "segundo sonido" es un susurro en la materia. Uno que hasta ahora habíamos ignorado por no saber cómo escucharlo. Pero ahora que lo hemos oído —o más bien, detectado—, el reto será entenderlo, replicarlo y, quizás, domesticarlo.

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