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La internacionalización del conflicto en Sudán amenaza con propagar la guerra

Los apoyos de diversos países al Ejército y las RSF dificultan la diplomacia mientras las partes siguen apostando por la vía militar

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La guerra desatada en abril de 2023 entre el Ejército de Sudán y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) por las tensiones sobre la integración de estas últimas en las Fuerzas Armadas en pleno proceso de transición desde el derrocamiento en 2019 de Omar Hasán al Bashir ha derivado en un conflicto cada vez más internacionalizado que amenaza con desestabilizar toda la región.

El país, sumido en una profunda crisis humanitaria y convertido en la mayor crisis de desplazamiento del mundo, se ha convertido en uno de los principales tableros en los que diversos países del continente e incluso más allá respaldan a alguna de las partes enfrentadas, apoyadas también por grupos armados que operan en el territorio.

La guerra ha dejado más de 15 millones de desplazados --con más de doce millones a nivel interno y más de 3,1 millones a otros países de la región--, según datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en medio de las alertas internacionales sobre el agravamiento de la crisis, el hambre creciente y la propagación de enfermedades.

Si bien el Ejército ha logrado durante los últimos meses algunos avances importantes, entre ellos la recuperación de la capital, Jartum, y partes del centro del país, las RSF han expandido sus ataques a otros puntos de Sudán, lo que hace difícil ver un final a la guerra debido a que ambas partes siguen apostando por la vía militar.

A ello ayuda el apoyo que las partes están recibiendo por parte de otros países que han optado por implicarse en el conflicto, en ocasiones formando unas alianzas imposibles en otros contextos, algo que complica la situación debido a que los intereses de estos países divergen y dificultan la posibilidad de que se obtengan avances a nivel diplomático.

Un ejemplo de ello es la negativa de las autoridades de Sudán --encabezadas por el jefe del Ejército y presidente del Consejo Soberano de Transición, Abdelfatá al Burhan-- a participar en conversaciones en las que Emiratos Árabes Unidos (EAU) ejerza de mediador por su apoyo a las RSF o su rechazo a iniciativas de la Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo (IGAD) argumentando que varios países del bloque respaldan a los paramilitares.

Por su parte, el líder de las RSF, Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como 'Hemedti', ha acusado a Egipto de apoyar a las Fuerzas Armadas y ha cargado contra el papel de El Cairo en el conflicto, sin que la comunidad internacional haya logrado pactar una postura consolidada para presionar a las partes a sentarse en la mesa de negociaciones.

RESPALDOS REGIONALES

De esta forma, las preocupaciones sobre la posibilidad de una guerra a nivel regional han aumentado después de que el Ejército sudanés acusara esta semana a las fuerzas leales al general libio Jalifa Haftar, alineado con las autoridades instauradas en el este de Libia, de lanzar un ataque junto a RSF contra un punto en el triángulo fronterizo entre Libia, Egipto y Sudán.

El Ejército de Sudán tildó en un comunicado el ataque de "acto condenable y sin precedentes" y de "violación flagrante del Derecho Internacional" y afirmó que sus fuerzas se habían retirado de la zona "como parte de los acuerdos defensivos para repeler la agresión", según un segundo texto publicado en su cuenta en Facebook.

"La intervención directa de las fuerzas de Haftar junto a la milicia --las RSF-- en esta guerra supone una agresión flagrante contra Sudán, su territorio y su pueblo, así como una extensión de la conspiración internacional y regional contra nuestro país, ante los ojos del mundo y sus organizaciones internacionales y regionales", lamentó.

Tras ello, las RSF afirmaron que el Ejército se había retirado de la zona a causa de su presión militar, mientras que las autoridades orientales de Libia --sumido igualmente en un conflicto de baja intensidad desde el derrocamiento y ejecución en 2011 de Muamar Gadafi y afectado por una bicefalia administrativa-- se distanció de las acusaciones, con EAU como principal sospechoso para Jartum.

De hecho, el Ejército sudanés apuntó directamente a Abú Dabi y aseguró que los militares "defenderán el país y la soberanía nacional y prevalecerán independientemente de la extensión de la conspiración y la agresión apoyada por EAU --que ya respalda a Jaftar y las autoridades del este de Libia-- y sus milicias en la región".

Sudán ha acusado a las autoridades emiratíes de dar apoyo militar a las RSF, incluida una denuncia contra el país ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por supuestas violaciones de la Convención contra el Genocidio en la región de Darfur (oeste), si bien EAU ha rechazado este hecho, si bien un informe publicado en abril de 2024 por Naciones Unidas consideró que estas acusaciones son creíbles.

Las RSF --surgidas -- contarían además con el apoyo de Etiopía y Eritrea, según el 'think tank' Wilson Center, que recuerda que el grupo paramilitar sudanés combatió recientemente junto a las tropas etíopes y eritreas en la guerra entre 2020 y 2022 contra el Frente Popular para la Liberación de Tigray (TPLF), acusado ahora por 'Hemedti' de colaborar con el Ejército de Sudán.

Además, las autoridades sudanesas han acusado en repetidas ocasiones a Chad de dar apoyo a las RSF a través de una facilitación de la entrega de armas enviadas por EAU a través de los aeropuertos de Um Djaras y Abeche, donde las autoridades emiratíes han construido además un hospital para dar atención médica a chadianos y refugiados sudaneses.

Egipto, por su parte, es un aliado histórico de Sudán que ha incrementado su apoyo a las fuerzas gubernamentales del país vecino a raíz de la disputa diplomática trilateral entre El Cairo, Jartum y Adís Abeba en torno a la presa del Gran Renacimiento, foco de importantes tensiones y un asunto en el que las autoridades egipcias y sudanesas han cerrado filas frente a las acciones del Gobierno etíope, responsable de la construcción de esta infraestructura.

APOYO DE PAÍSES AJENOS A LA REGIÓN

Por su parte, países ajenos a la región han tomado igualmente posiciones en la guerra, con Rusia, Ucrania, Turquía, Qatar e Irán dando apoyo de diferentes tipos a las Fuerzas Armadas sudanesas, en todos esos casos por diferentes motivos, lo que ha llevado a rivales como Moscú y Kiev a encontrarse en el mismo bando en este conflicto, según el Wilson Center.

Así, el 'think tank' sostiene que Rusia mantiene su posición histórica de alianza con Jartum --con planes para construir una base naval rusa en el país--, si bien el antiguo Grupo Wagner --ahora Africa Corps-- ha dado respaldo a las RSF antes y durante el conflicto, lo que habría llevado a Kiev a posicionarse del lado de las Fuerzas Armadas sudanesas.

A ellos se suman Turquía, que ha entregado drones al Ejército, y Qatar, históricos apoyos de facciones islamistas que estuvieron en el poder durante el régimen de Al Bashir y que ahora se encuentran posicionadas del lado del Ejército para combatir contra las RSF. Igualmente, Irán habría entregado aparatos aéreos no tripulados a Jartum para respaldar sus operaciones.

Todo ello complica en gran medida la guerra al introducir numerosos factores, intereses y luchas de poder en cada uno de los bandos enfrentados en el país, que hace además a un riesgo de partición debido a que las RSF y sus aliados han creado un gobierno paralelo --con una Constitución de transición incluida-- que podría derivar en una bicefalia.

El anuncio de los paramilitares y sus aliados ha llevado a Jartum a denunciar un intento de "dividir el país" y a cargar contra Kenia por acoger las reuniones que derivaron en estos anuncios, aumentando el riesgo de desestabilización y de expansión del conflicto en una región que atraviesa ya una situación muy complicada deste hace años.

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