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Hablillas

De vuelta a las aulas

Un primer paso sería dosificar el uso de los ipad y psp, por ejemplo.

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Esta semana que ha pasado ha sido la de las malas caras por los exámenes y la de los malos cuerpos por el síndrome post vacacional. Este malestar ya fue tema de estas hablillas, por lo que no se va a repetir pero si se anota es meramente un recordatorio, como el resorte que provoca el disgusto por volver a la rutina. Es difícil retomarla después de haber pasado unos días distintos a los habituales. Si siempre fuera así, si siempre fuera fiesta, ya lo dijo William Shakespeare, divertirse sería más aburrido que trabajar. Si reflexionamos, nos encontraríamos con una situación extraña por lo extraordinaria y, por otra parte, condenados a un cansancio que desembocaría irremediablemente en una abulia crónica, seguro. Como esto no va a ocurrir nos conformaremos con tener que ir a trabajar, lo cual es una suerte en estos tiempos críticos.

Como decía al principio, esta semana ha sido la de las malas caras. Los colegios abrían sus puestas temprano para la plantilla de profesores y para los alumnos suspendidos, con sus caras tristes y en ellas el reflejo de la incertidumbre. Los más pequeños aún viven el colegio con la ilusión de la vuelta y los libros nuevos. Esta semana también se ha llenado de esa ilusión infantil, con el deseo de descubrir el curso siguiente, las asignaturas y sobre todo haber cumplido un año más y ser mayor que el año pasado. Los universitarios están haciéndose un hueco en la vida con la esperanza de poder desarrollar sus estudios y vivir de ellos. Difícil pero no imposible. Y los mayores, los que continuamos estudiando sin tener en cuenta el tiempo y sus contratiempos, esperamos ansiosos ese correo de la Extensión Universitaria que informa del plazo de inscripción.

El Profesor Hernández Guerrero escribía en su columna que este curso que comienza deberíamos insistir en mejorar nuestro nivel expresivo, comprensivo, explicativo, persuasivo, comunicativo e incluso literario de nuestra lengua española. Tiene toda la razón y sería posible si fuéramos  críticos, más bien autocríticos, como sugiere. En el habla de hoy no tiene caso porque el lenguaje está tan manipulado que se encuentra viciado. Lástima y aún más lastimoso es contemplar, más bien escuchar, su deterioro en unas lenguas jóvenes, con tanto por descubrir. Este estropicio la está condenando a pudrirse, a ser lo que en su día circuló por la red, ¿recuerdan?, un auténtico desastre.

Si se hiciera una encuesta, nadie lo admitiría pero la realidad es totalmente distinta y aplastante. Si los jóvenes son nuestro futuro y la mayoría -que aumenta a diario-  es la que más empeño pone en hablar mal, cómo se hablará dentro de unos años. En este punto surge, como en la caja de Pandora, la esperanza, ese interés, esa especial insistencia en mejorar que, deseamos, retomen los jóvenes, que retomemos todos en lo anotado anteriormente. Si somos valientes, si admitimos y practicamos la autocrítica nos enriqueceremos y, en consecuencia, creceremos.

La lectura y la relectura, como propone el Profesor Hernández, es un buen comienzo. Estamos a tiempo y la vuelta a las aulas propicia el propósito de enmendar un mal que tiene que ver o va tomando visos de endemia. Un primer paso sería dosificar el uso de los ipad y psp, por ejemplo. Compartamos ese rato de tecleo con el paso de las hojas, el sonido metálico y artificial de los disparos virtuales con el silencio lleno de palabras que proporciona la lectura. Un rato. Es la mejor forma de empezar.

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