Skoda ha respondido de inmediato al mercado que, pese a globalidades numéricas, todavía muy escuetas, en algunos segmentos la vitalidad está a prueba de crisis, y un ejemplo de ello son los crossover, donde la marca checa tiene su representación con el Yeti.
Cierto es que el Yeti nació con vocación de crossover, pero en sus formas externas se adivinaban expresiones muy claras de berlina, un tanto rara, si se quiere, pero la dualidad de conceptos era inevitable.
Las modificaciones operadas en el modelo en este inicio de 2014 sí suponen una apuesta abierta por una creación en la que el ámbito campo tiene cabida, abandonando cualquier sutilidad de berlina.
La introducción de determinados componentes muestran al Yeti como un coche más musculoso y agresivo, abierto sin concesiones a la imagen de crossover que impera en el mercado. Una altura libre del suelo de 18 centímetros abunda en esta impresión, aunque luego las magnitudes reducidas de sus ángulos de ataque y salida proponen obligatoriamente precauciones en los obstáculos a salvar.
La firma de la flecha alada pone el ambiente exterior a los nuevos tiempos con un frontal totalmente renovado, acentuado en su horizontalidad, y en el que cabe, como se ha seguido con otros modelos de la marca, el nuevo logotipo de la marca. Por delante, se adoptan ahora nuevos faros rectangulares bi xenón -ahora con tecnología LED en la iluminación diurna-, colocados bajo los parachoques, y en un trazado geométrico similar, se dejan ver los antinieblas. Una vista desde el frente deja también en la retina las carcasas de los retrovisores en tono plateado.
La trasera recoge el nuevo diseño del portón y unos pilotos que intensifican esa luminosidad en forma de “C”, que se impone como una seña de identidad propia en la marca checa.
El lateral es de líneas rectas, diáfanas, con un línea de cintura sin altibajos en todo su recorrido. La ruptura, si se quiere buscar, se encuentra en unos pasos de rueda de mayores dimensiones y en una subida del chasis respecto a los trenes rodantes, perceptible, sobre todo, en las versiones de tracción integral.
El interior no escapa a las renovaciones y en esa parte destaca el volante de tres radios, quizás un poco grande de diámetro y ancho, lo que conlleva a un difícil agarre y maniobrabilidad cuando se trata de moverlo en trayectos de curvas o se precisa una conducción más exacta por pistas forestales.
Los asientos delanteros recogen bien en las zonas troncal y dorsal y los traseros aportan la ventaja de la modularidad con el sistema VarioFlex, que permite su abatimiento o extracción individualizada. Pero no solo eso, los laterales se pueden mover en perpendicular o en transversal, una vez retirada la baqueta central, para facilitar una configuración de cuatro pasajeros altamente ergonómica.
El maletero, en una posición estándar, admite 405 litros de carga, pero el recurso de abatir las plazas traseras eleva el volumen de carga hasta 1.580 litros y elevarse a 1.760 con su retirada total.
La unidad motriz probada ha sido la más alta de la gama en el ciclo diesel, la 2.0 litros de 170 CV, con tracción integral y transmisión automática de doble embrague DSG de seis velocidades.
Ese registro de potencia es sobrante para sacar al Yeti, con sus más 1.500 kilogramos de peso excelentes rendimientos, traducidos en una alta eficacia de respuesta desde regímenes bajos, sobre los que se conduce sin ahogos. Está también en buena posición para acelerar en salida parada con prontitud y, algo más, la suficiente reserva de caballaje para sortear con facilidad los obstáculos propios de una conducción campera.
De los elementos asociados al motor, como la caja DSG, se ha dicho todo, siempre en los términos de alabanza a su suavidad de funcionamiento en las transiciones, la proporcionalidad de sus escalonamientos en el modo automático puro, y la discrecionalidad dejada al conductor cuando se quiere circular en el modo manual secuencial.
El consumo en prueba quedó en unos 7,2 litros, frente a los 6,3 que certifica la marca.
La tracción integral, quinta generación del embrague Haldex, o multidisco con control electrónico, faculta al Yeti para transmitir toda la tracción al eje delantero en situaciones de normalidad del entorno, pero si éste se complica con pistas deslizantes o abruptas activa con distintas gradaciones la transmisión de par al tren trasero.
Con este concurso, y el de los sistemas electrónicos de control, el Yeti rueda con mucho asentamiento, sobre todo en asfalto, porque en campo se muestra algo más remiso, posiblemente por unos neumáticos de 17 pulgadas que no dejan mucho margen para hacer trial con todo el divertimento de estas acciones.
La dirección, en plan redundante, directa, y bien posicionada en resistencia a los movimientos de volante. Los frenos, efectivos, en distancia de parada y resistencia a la fatiga.
Skoda ha mejorado su Yeti como su apuesta para el segmento de los crossover bien catapultados en este mercado de dificultades sumas para otras categorías de vehículos.
El precio de la unidad probada parte de un nominal alto, muy dulcificado por las promociones y descuentos que la marca checa ha puesto en marcha para un mejor posicionamiento y atractivo de cara a la clientela. N
o debe caer en el olvido la inteligente estrategia de que la denominación Outdoor se vincula a los elementos externos que modifican el modelo, independientemente del sistema de tracción 4x2 ó 4x4.
Skoda Yeti 4X4, respuesta al mercado
Skoda ha respondido de inmediato al mercado que, pese a globalidades numéricas, todavía muy escuetas, en algunos segmentos la vitalidad está a prueba de crisis, y un ejemplo de ello son los crossover, donde la marca checa tiene su representación con el Yeti.
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