La pintora ayamontina Laura Rodríguez ha insugurado su tercera exposición de este año en la ciudad fronteriza. En cada una de ella mostró lo más significativo de su trabajo. En la primera conjugó lo que venía haciendo con el resultado de su nueva tendencia, fruto de la investigación y la inquietud que le mueven. En la segunda se acompañó de su padre para ofrecer el contraste de una dualidad pictórica en la que diferenciar el lápiz del pincel, el blanco y negro del color y la quietud de los herrajes a la vida de la atmósfera, el agua o el cielo.
En esta ocasión, y en un nuevo escenario como la Galería Passage de Ayamonte, Laura presenta una selección de lo mejor que ha producido este año. Cuadros de formato grande, lo que limita el espacio y ofrece un colorido en su conjunto que no solo no deja a nadie indiferente, sino que obliga a desviar la mirada a cada uno de sus discursos pictóricos. Cuadros capaces de camuflarse con el entorno más cercano o con la ilusión más deseada. Porque esas puestas de sol terminamos de verlas diluirse un poco más allá de nuestro Guadiana hace unos instantes, por ejemplo. O sus clásicas lecciones magistrales sobre la arquitectura urbana y sus perspectivas más complejas, traducidas a nuestros conocimientos reducidos pero inquietos. O sus paisajes frondosos, sus jardines floridos o sus caminos a todas partes.
Y girando sobre nosotros mismos, a la velocidad que nuestra edad nos permite, visionamos con urgencia toda la obra y se nos viene encima de golpe esas llamaradas de colores salidos de su paleta y que se armonizan como en un tablero de ajedrez, los rojos, azules, verdes o amarillos. Una explosión de color que Laura controla perfectamente. Y un denominador común, el agua. Casi todos sus cuadros destilan agua por los cuatro puntos cardinales. Venecia se hace más bella si cabe en la obra de Laura Rodríguez, por eso recordamos el título de su primera exposición ‘Lugares con encanto’.
La inauguración contó con la presencia, como siempre, de familiares, amigos y admiradores de su obra que no quieren perderse lo último de esta artista inquieta, que cuida el detalle y la pincelada, la de ayer y lo más novedoso. Un acto sencillo, como todo lo que hace Laura, pero lleno de enorme cariño, de mucha personalidad y de una generosidad que requiere de amplio espacio para su distribución. Y de fondo, otros creadores sirviendo su trabajo a nuestros oídos con la mayor delicadeza del mundo. Músicos tamizando los sonidos para no diluir el color. Una grata velada.