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La tribuna de Viva Sevilla

Ella

Ignacio Montaño, que fue el comisario de Sevilla en la Expo'92, glosa la figura de la Virgen en éste su mes de mayo.

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Cuando le decíamos  a mi padre que le pidiera alguna cosa a Dios,  contestaba siempre: “Yo se lo pido a Ella; ¡y Ella, después, que hable con su Hijo!”. Y no va muy descaminado este sentir cofradiero hacia la Madre, cuando un santo tan grande y tan actual como Don Bosco ponía a las plantas de María Auxiliadora los frutos de su ingente obra, con esta frase:”¡Ella lo ha hecho todo!”.  Es decir, a Jesús por María, convencidos de que ser devoto suyo es un signo de fidelidad a Dios y prenda de nuestra salvación.

 María, madre y modelo de vida, que escucha la Palabra y la profesa, sufre la Pasión en la carne de su propia carne; acepta siempre la voluntad divina y nos repite una y otra vez el camino más cierto para llegar a Cristo: “¡Haced lo que Él os diga!” Y ahí radica su grandeza. Porque no hubiera llegado hasta nosotros ni siquiera su nombre, el de aquella muchacha desconocida que esperaba la venida del Señor en una pequeña aldea de la Palestina ocupada, de no ser porque Dios la elige para ser la llena de gracia y la bendita entre todas las mujeres, cuando se fija en la humildad de su espíritu y en la fuerza de su fe.

Por eso, el mejor piropo a la Virgen le llega a María por su prima Isabel: “¡Feliz porque has creído!”. Mediado “su” mes de Mayo quisiera recoger en  honor de Ella, de la Madre a la que invocamos con tantos nombres hermosos, el homenaje de dos pregoneros imposibles, sevillanos que desde el atril de los cielos proclaman su bendita devoción  con la jaculatoria que aprendimos de niños: ¡Más que Tú, sólo Dios!

Así, Juan Sierra, el poeta de “María Santísima”, afirma que ante la Virgen, “rica almohada del corazón de Sevilla”, siente vergüenza la blanca rosa, más parece tiniebla el agua luciente y no alcanzan a definirla los más puros sentimientos, porque nuestra mirada de niño, de flor o de cristal se posa en algo único, verdadero y resplandeciente:

“Metal de nuevo metal,

luz de armonioso latido,

único ser concebido

sin pecado original.”

Ella, tan nuestra y tan cercana, sufre y llora en medio de nuestros sufrimientos y de nuestros llantos, como nos describe el Romancillo a la Virgen de Adriano del Valle: “Que Nuestra Señora se dignó venir al valle de lágrimas del Guadalquivir”.

 ¿No nos estaremos pasando con este amor a Ella, en perjuicio del amor a Dios? De Ella, como gusta repetir a un sacerdote santo con cuya amistad me enriquezco, “se puede decir todo, sin peligro a exagerar; todo menos necedades”. Y refrendamos con la voz de Rafael Montesinos, pregonero ausente por traslado a la Gloria:

“¡A Dios no le sienta mal

saberte la preferida,

sevillana concebida

sin pecado original!”

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