Ha salido en diferentes medios la cifra de las mujeres y personas menores, víctimas de violencia de género insertas en los centros de acogida, que han participado durante el periodo estival en el Programa Vacacionantes del Instituto Andaluz de la Mujer. En Huelva el dato asciende a 59. Al margen de las tonterías manifestadas por el portavoz de Ciudadanos, partido “aprendiz” (como la canción de Malú) del “innombrable” (que no asume ni siquiera que esto sea una lacra social) y que acaban de llegar después de décadas de una labor ingente, la realidad es que vivimos en una gran paradoja. Un tiempo en el que se renueva vertiginosamente la innovación tecnológica, a la vez que seguimos recepcionando informaciones que nos revelan cómo la violencia de género sigue siendo la herida incurable de la desigualdad. Quienes aferran entre sus fauces los cordeles de la tiranía, buscan todos los medios para llevar a cabo sus artimañas de control y sumisión. Las actuales generaciones están educándose en una incomunicación estéril, en un seguimiento enfermizo de los pasos ajenos, en una búsqueda infructuosa de crear vínculos que mayoritariamente no dejan de ser superficiales e innecesarios. Antes era navegar, después chatear, ahora whatsappear y mañana a saber… Bien utilizados estos medios son herramientas útiles que nos pueden aportar flexibilidad, rapidez y eficacia en la acción. Pero también se dibuja un lado que se torna más siniestro. El acoso cibernético, la vulneración de la intimidad, los delitos telemáticos están a la orden del día. Actualmente, la violencia machista absorbe estos instrumentos como hilos conductores de sus objetivos de anulación y destrucción de la autoestima… Sus tentáculos provocan en la persona acosada una sensación angustiosa de hipervigilancia, de miedo e inseguridad. A pesar de los esfuerzos ingentes de los movimientos feministas, de las instituciones públicas y privadas sin ánimo de lucro que defienden y promulgan las políticas de igualdad, del avance de la perspectiva de género, de las acciones y medidas positivas… el machismo es una mancha difícil de eliminar. Es un microorganismo patógeno que se incumba en esa socialización diferencial tradicional, en los papeles y estereotipos sociales, en las formas de interrelación asimétricas, en las mentalidades soterradas en costumbres, normas y limitaciones interesadas… Simone de Beauvoir expresó sobre la violencia machista: “Para todos los que tienen complejo de inferioridad, se trata de un bálsamo milagroso: nadie es más arrogante, agresivo o desdeñoso con las mujeres que un hombre preocupado por su virilidad”. Así, dentro de las actuaciones de coeducación y de enseñanza democrática, desde las edades más tempranas se debería orientar y asesorar con más ahínco en la adecuación de las redes sociales, consultas de las páginas webs, foros u otras aplicaciones. Es prioritario erradicar cualquier expansión de posicionamientos ideológicos que propaguen la no equidad e igualdad entre las personas, incluidos los paradigmas afectivos contaminados por un pseudorromanticismo trasnochado. Progresar en el humanismo es evolucionar en la justicia social, en la motivación unívoca de caminar asumiendo retos inclusivos, gestando mayores cotas de bienestar, salud integral y felicidad para todas y todos.
Eutopía
Sin aprendices de la violencia
Quienes aferran entre sus fauces los cordeles de la tiranía, buscan todos los medios para llevar a cabo sus artimañas de control y sumisión
Eutopía
Activista Feminista. Compañera partícipe de la Defensa de los Derechos Humanos y Movimientos LGTBIQ
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