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Spanish coffee

Europa y el burro

Nuestros talentos alimentan centros de investigación de todo el mundo mientras que algunos europeos excéntricos nos tachan de pedigüeños

Publicado: 11/05/2020 ·
17:14
· Actualizado: 11/05/2020 · 17:14
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Autor

Juan Miguel Becerra Vila

Doctor en Pensamiento y Analisis Político. Consultor electoral y Director de SW Demoscopia

Spanish coffee

Spanish coffee es un blog en el que el autor analiza la actualidad política del panorama nacional

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De este encierro estamos aprendiendo y descubriendo nuevas cosas, porque nueva es la situación a la que se nos obliga. Recogidos dentro de nuestra propia cáscara estamos doblemente expuestos. Por un lado, a la desazón de la falta de contactos y de obligaciones sociales y por otro a la inmensa posibilidad de encontrar nuevas maneras de vivir alejadas de tantos paraqués. La crisis del coronavirus es un gran desafío para nuestro modo de vida, en especial, para el modo en el que dependemos de determinadas actividades económicas.

La respuesta a la crisis no puede ser en un primer momento sino sanitaria. Las cifras de contagiados y de fallecidos nos ha sobrecogido a todos. Las cifras que aún hemos de ver en otros países de Hispanoamérica, de África o de EEUU nos harán entender la magnitud mundial de una pandemia que no ha entendido nadie y que mantendrá en alerta al mundo al menos año y medio más. Tras la respuesta sanitaria nos toca enfrentar la alerta económica. La segunda fase ya ha empezado y supone la recomposición por etapas del daño causado a nuestra economía, una de las más expuestas a la prohibición de la movilidad. El golpe del coronavirus no es simétrico en Europa. España es uno de los países del mundo que peor puede enfrentarse a una pandemia. Y esto es así por razones sociales y culturales, pero también por razones económicas.  

No es lo mismo ser adulto joven en Alemania que serlo en España. La mayoría de los jóvenes alemanes a partir de los 25 años viven ya de manera independiente, muchos en ciudades alejadas de sus propias familias. En España es habitual encontrar tres generaciones en un mismo domicilio. La dependencia de nuestro país de la actividad turística y del sector servicios en general es un factor determinante que nos hace especialmente sensibles a las consecuencias económicas de la paralización de la movilidad. La vuelta a la normalidad de la mitad de nuestro tejido productivo será lenta y complicada por esto mismo. Al menos, la derivada europea nos ha hecho ver cuán lejos estamos de los Países Bajos y de algunos países del norte de Europa en términos de solidaridad. El Plan de recuperación recién aprobado por el Eurogrupo que movilizará hasta 240 mil millones al 0,115% de interés aliviará, sin duda, el impacto del Covid-19 en países como España o Italia, pero no ocultará la trastienda de una parte de la UE más preocupada de la economía y de las grandes cuentas que de proteger a sus ciudadanos.

Todo ello traerá nuevas tensiones Norte-Sur alimentadas desde los propios países por distintos actores con intereses múltiples y, a veces, contradictorios. El coronavirus es un gran desafío para cada uno de nosotros y para nuestro país porque nos ha desnudado las debilidades, pero nos ha descubierto las capacidades de nuestra sociedad, de nuestros profesionales y científicos. Un ejemplo ha sido la enorme ola de ingenieros y empresas que han impulsado la fabricación de respiradores que se están enviado a países como Ecuador. Esto nos da una idea de lo enormemente poderosa que es la sociedad civil cuando es consciente de su potencialidad. Por esto, y por su formidable competencia, se necesita repensar la ciencia y la capacidad de investigación en España. Nuestros talentos alimentan los centros de investigación en Nueva York, Londres o Berlín mientras que algunos europeos excéntricos nos tachan de oportunistas y pedigüeños. Ni Centroeuropa es el alma de Obermann ni España un burro amarrado a la puerta del baile como cantaba aquel. O repensamos lo que podemos llegar a ser o seguiremos amarrados.

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