“El Papa considera que el abuso sexual de niños y jóvenes no es sólo un crimen atroz, sino también un grave pecado que ofende a Dios e hiere la dignidad del ser humano”, señaló ayer la Santa Sede en un comunicado, tras los dos días de reuniones del Pontífice y cardenales de la Curia con veinticuatro obispos irlandeses, llamados al Vaticano para adoptar medidas contra este escándalo.
El encuentro se celebró en un ambiente de “franqueza” y el Papa Joseph Ratzinger exigió a los obispos, en su línea de “tolerancia cero” con estos casos, que aborden el problema “con determinación y decisión, con honestidad y valentía”.
Aunque reconoció que “esta dolorosa situación” no se resolverá “rápidamente”, expresó su esperanza en que la reunión haya contribuido a que los prelados, unidos, puedan dar “pasos concretos” para consolar a las víctimas y devolverles la confianza.
El Papa Benedicto XVI abogó por que esas medidas que tienen que tomar los prelados “restablezcan la credibilidad moral y espiritual de la Iglesia”.
El Papa hizo hincapié en la necesidad de una profunda reflexión teológica y la mejora de la preparación humana, espiritual, académica y pastoral tanto de los seminaristas como de los sacerdotes ya ordenados para que no se vuelvan a repetir casos como estos.